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EL REDCUADRO

Los "efectivos", efectivísimos

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura3 min
Opinión06-09-2010

Al igual que tantos oficiales Observatorios de Esto o de lo Otro, creados mayormente para que los paniaguados de los partidos tengan el apañete de un trabajo y un sueldo, los artículos de periódico, como en el caso presente, son a veces un Observatorio de la Lengua Cotidiana. Y, además, «sin trincá», como decía Beni de Cádiz. España está en crisis económica, pero, ¿y su lengua? ¿Se empobrece o se enriquece? ¿Está en números rojos o tiene superávit de creatividad y precisión? Cada vez se habla peor. Para crisis, la gramatical. Nunca tantos iletrados tuvieron tantos títulos escolares, incluso superiores. A mayor escolarización, más empobrecimiento del lenguaje, ¿vale, tío?, qué guay, colega. Esto es lo que hay, qué poco guay: remoquetes, muletillas, vocabularios de 400 palabras. Cuando España tenía un índice de analfabetismo africano, escuchabas hablar a la gente del campo y te sorprendía la belleza de su habla, la propiedad en el uso de las palabras. Su riqueza. Era el habla de una cultura agraria, arrasada por una civilización urbana que no ha ofrecido nada a cambio. Un campesino español de los comedios del siglo XX hablaba con mayor propiedad y riqueza que un bachiller de comienzos del XXI. Y nada digo de los periódicos. Cualquier gacetillero que apenas había estudiado las cuatro reglas redactaba un suceso con mayor manejo de la lengua que ahora un muy titulado y mastereado doctor en Comunicación. España habla mal porque sus telediarios están torpemente expresados y sus periódicos, pobremente escritos. Y porque sus políticos no son precisamente castelares. ¿Se imaginan el pateo que le organizarían en el Congreso al diputado que empezara su discurso (leído) diciendo que Dios es grande en el Sinaí? Desde mi Observatorio Sin Trincar de la Lengua Cotidiana me sorprende el uso y abuso de la voz «efectivo» para hablar de quienes prestan un servicio a la comunidad. Ya no hay soldados, ni guardias civiles, ni bomberos, ni policías, ni camilleros de la Cruz Roja, ni socorristas de Protección Civil, todos son «efectivos». España no tiene soldados en «misión de paz» en la guerra de Afganistán: son efectivos. Para la Operación Retorno, Tráfico no desplegó cientos de guardias civiles: fueron efectivos. En un incendio forestal no se movilizan bomberos, sino efectivos. A los etarras no los detiene la Policía o la Guardia Civil, sino efectivos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. La moda de «efectivo» me recuerda un refrán de la guerra que leí a Rafael García Serrano en su «Diccionario para un macuto», sobre los oficiales estampillados caídos en el frente nacional, puro humor negro español: «Alférez provisional, cadáver efectivo». Lo efectivo es lo real y verdadero, en oposición a lo quimérico o dudoso. Lo eficaz. Dicen «efectivos» cuando hablan de funcionarios públicos en misiones de interés general, de asistencia a la población (eso que llaman «ciudadanía») o en remedio de catástrofes. Personas sujetas a una cadena de mando, que es lo que funciona, lo efectivo, frente a una Administración tantas veces ineficaz. Cual pulpo como animal de compañía, vale, aceptamos «efectivos» como sinónimo de soldados, de guardias civiles, de policías, de bomberos, de socorristas. A cambio de que llamemos «inefectivos» a todos esos funcionarios en los que está usted pensando. Efectivamente inefectivos. Hay comunidad autónoma que tiene cientos de miles de inefectivos en plantilla. Inefectivos, sí, pero todos con el carné del partido gobernante.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor