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SIN CONCESIONES

No podemos esperar dos años

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión08-02-2010

La han bautizado como la "semana negra" de Zapatero pero yo la llamaría "legislatura negra". Apenas queda nadie a estas alturas de mandato que confíe en la palabra del presidente del Gobierno. Sólo Leire Pajín, José Blanco y los aférrimos a sueldo del PSOE defienden la nefasta gestión del Ejecutivo, como si tuvieran los ojos cerrados tanto a la miseria social y económica del país como a los constantes ridículos del habitante de La Moncloa. Zapatero acudió al prestigioso Foro de Davos (Suiza) y regresó con las orejas de burro en la cabeza. Allí le señalaron como el peor alumno de la clase y por su culpa colocaron a España la etiqueta de economía peligrosa. Desde entonces, la bolsa cae en picado y sobrevuela la amenaza de que multinacionales, grandes empresas e inversionistas se marchen a otros países con mayor seguridad jurídica, fiscal, administrativa y productiva. Cuando hace dos años estalló la crisis, Zapatero dijo que España apenas se vería afectada y prometió un cambio de modelo para salir fortalecidos. El tiempo ha pasado y el resultado es un lamentable fracaso. España tiene 4 millones de desempleados. ¡Cuatro millones! El paro se ha multiplicado por dos en media legislatura y el Gobierno parece incapaz de frenarlo. Cuando en 2009 se alcanzaron los 3 millones de parados, el ministro Celestino Corbacho afirmó que nunca se alcanzarían los 4 millones. Ahora son una realidad. ¿Se equivocó o mintió? Los 4 millones son responsabilidad suya y de Zapatero, así que el presidente debería cesarle de inmediato. Nunca un ministro de Trabajo tuvo tantos parados a sus espaldas. El Gobierno no encuentra soluciones y cuando parece idear una suele acabar en ridículo. Así ha ocurrido con el pensionazo para elevar la edad de jubilación de los 65 a los 67 años. Hasta los sindicatos, a sueldo de Zapatero mediante subvenciones y ayudas multimillonarias, han puesto el grito en el cielo y han amenazado con manifestaciones. Cuando ha mandado su propuesta por escrito a la Comisión Europea, ha tenido que rectificarla de inmediato. El ridículo ha sido supino y ha puesto de manifiesto su escasez de ideas. Para una que tienen, la pifian. Lo mismo ha pasado con la reforma laboral, anunciada a bombo y platillo por Zapatero desde el verano. Tras un año de fracasado diálogo con sindicatos y empresarios, prometió presentar este mes de enero su propuesta. Ha llegado con una semana se retraso y, al leerla, se comprueba que sólo es un documento vago y ambiguo donde se esbozan unas líneas generales para consensuar con los agentes sociales. Así que, de momento, no hay reforma, sino puntos de partida para la reforma. A este ritmo, cuando alcancen un acuerdo ninguna gran potencia se acordará de la crisis económica, pero en España rondaremos los cinco millones de parados. El diálogo y el talante siempre ha sido la seña de identidad del Gobierno de Zapatero, pero a la hora de la verdad suele recurrir al decretazo para sacar las reformas que le interesan. Así ha ocurrido con los controladores aéreos, a los que José Blanco ha reducido el sueldo de forma drástica sin contar con nadie. Ya ocurrieron cosas parecidas la legislatura pasada con la reforma del Poder Judicial o con las licencias de televisión a los amigos de Prisa y Mediapro. El ridículo zapateril llega al punto de dejarse en ridículo a sí mismo delante de Barack Obama. El rezo del presidente español en el Desayuno de Oración ha puesto de manifiesto su cinismo. En España persigue cualquier expresión religiosa y ataca constantemente a los obispos, pero en Washington es capaz de leer dos versículos de la Biblia y elevar sus plegarias al cielo con tal de contentar a la primera potencia del mundo. Lo que le parecía ultraconservador cuando gobernaba George W. Bush ahora le parece fantástico. Pero luego regresa a España y prosigue con su agresión a la Iglesia. No es de extrañar que las encuestas le coloquen fuera del Gobierno, a punto de sumarse a la lista de 4 millones de parados. Tres de cada cuatro españoles reprueban su gestión. Todos sus ministros suspenden. Más de la mitad de la población reclama elecciones anticipadas. No es para menos. Aún quedan dos años de legislatura pero España no puede aguantar otro bienio de mandato de Zapatero. El resultado podría ser catastrófico. No parece que el presidente esté dispuesto a convocar elecciones, así que el resto de los partidos políticos deberían unirse en el Congreso y presentar juntos una moción de censura por responsabilidad. Lo demandan los 4 millones de parados, pero también la justicia, el sentido común y el bienestar general. No podemos esperar otros dos años para solucionar esta crisis política y económica.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito