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¿Por qué “Feliz 2010”?

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión04-01-2010

Lo pequeño. Estar atentos a lo pequeño. Esa es la clave. Lo pequeño anticipa el cambio de lo grande y, si somos diligentes y vigilantes, podemos prever muchas cosas. Algunos lo llaman intuición; otros, magia; los menos, sabiduría. Pero no es nada de eso. Basta atender a los pequeños cambios, a las sutiles novedades, para saber enfrentarse a las circunstancias, para dar los pasos adecuados, para corregir a tiempo, para acertar delicadamente. Como enseñaba el Principito, hay que estar atentos a los brotes que surgen en la superficie de nuestro planeta, hay que saber distinguir las buenas hierbas de las malas hierbas y arrancar estas últimas antes de que se conviertan en baobabs gigantes que hagan explotar nuestro planeta. Las felicitaciones navideñas, por escuetas que sean, están cargadas de detalles significativos. Hay quien felicita la Navidad entre el 24 y el 25, por sms, mail o con la tradicional tarjeta navideña. Hay quien rellena tarjetas navideñas para felicitar las fiestas de invierno, a lo Gallardón, en plan moderno, en imitación de ya pasados de moda librepensadores de principios del siglo XX. Hay quienes, cualquier día entre el 23 de diciembre y el 6 de enero, felicitan las fiestas. En general. Sin especificar mucho. Me pregunto porqué no mandan un sms también en Carnaval o en las vacaciones de verano. Los que más me llaman la atención son los que permanecen callados en Navidad, pero felicitan el 2010 y nos desean un montón de cosas que, tal vez, nosotros mismos no nos hemos parado mucho a desear. Como si necesariamente el año nuevo tuviera que ser mejor que el anterior, como si viviéramos volcados en los acontecimientos externos, como si de lo que ocurra en los próximos meses a nuestro alrededor fuera a determinar nuestra felicidad. Un buen amigo nos escribió un mail titulado “Por qué felicito el 2010”. Es diácono, así que nadie se extrañará si digo que, para él, todos los años son “años del Señor” y, por lo tanto, confía en que venga lo que venga, 2010, será una oportunidad para crecer en la fe, en la comprensión del amor de Dios y en nuestro camino de santidad. La razón de felicitar el año que empieza -el 2010 desde el nacimiento de Cristo- tiene su origen, igual que la Navidad, en un acontecimiento religioso. Quien no cree que cada año sea un “año del Señor”, ¿por qué felicita el 2010? ¿Qué prejuicio irracional le hace pensar que pueda haber algo bueno en ese año? ¿Acaso viven sólo de buenos deseos infundados? ¿Pensará que más vale soñar un día al año que no soñar ninguno? Durante buena parte de los siglos XIX y XX, vivimos bajo el mito del “eterno progreso”. Verdaderamente la conciencia europea, iluminada por los hombres de ciencia, pensaba que la humanidad caminaba siempre hacia delante, siempre a mejor, en progreso hacia la libertad y fraternidad universal. Pero el siglo XX se encargó de desmentir esa utopía y los que no vivieron ni estudiaron las guerras mundiales y la Gran Depresión, empiezan ahora a intuirlo en la crisis económica. Quizá por eso Mingote nos regaló una viñeta en Abc felicitándonos el 2010 con un elocuente “en lo posible, oiga”. Porque hay que tener mucha más fe para creer en el “eterno progreso” o en que el futuro del mundo camina hacia algún sitio que para afirmar lo que mi amigo diácono: que el mundo es un balancín, que no sabemos qué nos deparará este año, pero que una esperanza y un amor más poderosos que los poderes del mundo pueden ayudarnos a edificar, entre nosotros, más allá de lo que ocurra en el mundo, ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach