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Lágrimas de Eros

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión07-12-2009

Bajo el título Lágrimas de Eros, el Thyssen ha reunido una serie de obras de diversa calidad artística para ofrecernos una reflexión sobre esa misteriosa relación entre la pulsión sexual y la muerte, entre el placer y el dolor, entre la cautividad y la liberación, entre lo prohibido y el deseo. Animo a todo amante del arte a que visite dicha exposición, pues podrá disfrutar de fotografías, esculturas y óleos de primera categoría que sólo están temporalmente expuestos en España. Si el título fuera una excusa para exponer algunas obras geniales, me parecería estupendo. El problema es que parece lo contrario: el arte con mayúsculas allí expuesto, mezclado con obras de muy desigual talla, es la excusa para una reflexión intelectual mediocre. Sirva de muestra un botón. En la Sala cuya temática es el martirio de San Esteban podemos leer: “Capitán de la guardia pretoriana y favorito del emperador Diocleciano, San Esteban fue condenado a ser asaeteado por sus propios arqueros. La imagen del joven atado al árbol, desnudo y atravesado por las flechas, con una expresión entre la agonía y el éxtasis, terminaría convirtiéndose en el icono gay por excelencia”. No es que nos parezca mal nada de lo expuesto en esa pildorita cultural, pero echamos muchas cosas de menos. Por ejemplo: que nos expliquen qué es un mártir, por qué razones le condenaron y por qué algunas obras recogen esa expresión en su rostro entre la agonía y el éxtasis. Al no hacerlo, el visitante medio saldrá convencido de que San Esteban no sólo fue gay, sino además sadomasoquista, alusión que aparece explícitamente en el texto que introduce toda la exposición. De ahí a lo que el propio San Esteban vivió, y a lo que quisieron expresar los artistas cuyas obras están allí expuestas, hay un abismo. Pero, claro, quien está obsesionado con el “caca, culo, pedo, pis”, ve “caca, culo, pedo, pis” allí donde mire. En la sala siguiente, dedicada a Andrómeda encadenada, se nos vende que “Andrómeda es el equivalente femenino de San Sebastián en un erotismo de la dominación y la sumisión”. El análisis confirma la patología ya denunciada del “caca, culo…” y añade otra imbecilidad muy propia de algunos de los investigadores que se dedican a esto de las religiones comparadas. Chesterton se rió de uno de ellos que insistía en identificar a Sul con Minerva. Podríamos admitir ciertas similitudes entre ambos, pero el que alguien identificara a aquella “mujer barbuda” del bajorrelieve británico (Sul) con la joven y guapa diosa romana no podía sino causar la hilaridad de Chesterton. Más o menos la misma que le produciría la citada comparación entre el mito de Andrómeda y la historia de San Esteban. Alimentar las propias obsesiones acallando el sentido genial y original de las grandes obras de arte no puede sino empobrecer nuestra propia vida. Silenciar nuestras neurosis particulares y abrirnos al sentido original de las grandes obras de arte es, sin duda, una mejor opción para edificar en nuestro corazón ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach