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Discusiones

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión09-11-2009

Varios rabinos judíos discutían sobre si la tradición apoyaba unos u otros ritos. Fueron a exponer su disputa a uno de los más sabios. “Nosotros creemos que la tradición ordena…”, dicen los primeros. “No, no dice eso la tradición”, contesta. Entonces exponen los otros, envalentonados: “Nosotros hemos defendido que, según la tradición debemos…”. Pero el rabí contesta: “No, no dice eso la tradición”. Confusos, unos y otros le piden la respuesta al sabio, para evitar seguir discutiendo. “Discutir, ah, discutir, esa es la tradición”, contestó, dejándolos a todos perplejos. Hay quien relata esta anécdota como un chiste, pero otros saben que es verdad. Es propio de judíos discutir entre ellos el sentido correcto de sus tradiciones. Es propio de griegos discutir el origen de cada cosa y el sentido de las decisiones a tomar. Es propio de romanos discutir sobre política, derecho y guerras. Es propio de cristianos discutir de todo, incluso de Teología. Es, en definitiva, propio de Occidente, creer que existe la verdad, que no la inventamos nosotros -ni como personas, ni como pueblos- y que está en nuestras manos, gracias a la inteligencia y al debate, llegar a respuestas verdaderas, a certezas sólidas que dirijan nuestra vida, y no dejar ésta al capricho, la opinión o la moda de turno. Mientras hay ánimo de discutir para encontrar la verdad, hay esperanza para el hombre. Cuando ese ánimo desaparece, gobierna el capricho del más fuerte. Hay momentos en que la humanidad se jugó este derecho de forma más decisiva que en otras. Quizá el primero, que marcó los designios de Europa y, por tanto, de la historia del mundo tal y como lo conocemos, es la guerra entre Jerjes y los griegos. Jerjes era Rey de reyes de Asia, tenía sometido bajo su gobierno tiránico a todo el mundo conocido… excepto a Europa, cuyo primer escollo eran las polis griegas. Jerjes gobernaba su ejército a latigazos y sus súbditos, generales y gobernadores era poco más que esclavos ligados a su persona. Cuando quería discutir algún asunto, aunque fuera una táctica militar, nadie osaba oponérsele, por miedo a perder su cabeza. Enfrente tenía a los griegos, un conjunto de polis acostumbradas a pelear y discutir entre sí y que lograron unirse, por vez primera en su historia, sólo cuando vieron amenazada su posibilidad de discutir entre ellos. Si algo valoraban los griegos era su libertad personal y su autogobierno. Son los padres de la democracia. Incluso en aquella grave situación, quien gobernaba los destinos de Atenas, Temístocles, se dirigía a los suyos como uno más, y debía convencer a sus conciudadanos a los gobernadores de otras polis para hacer frente al enemigo común. Curiosamente, la aparente discrepancia interna entre los griegos sería crucial para que Jerjes se confiara y sufriera la gran derrota naval en Salamina. Los griegos eran muy inferiores, pero si en el bando de Jerjes los soldados luchaban para evitar latigazos, en el bando griego luchaban en nombre de su libertad, y eso (con todo lo que ello supone) decantó los destinos del mundo. De entonces hasta hoy, los europeos han seguido discutiendo y peleándose, han sido los padres de la filosofía y de la ciencia, de la democracia moderna, de los derechos humanos y el derecho internacional, y un largo etcétera. Mientras nuestra tradición siga siendo discutir, no por discutir, sino por ánimo de encontrar, juntos, la verdad y la decisión más adecuada, seguiremos, aunque sea a trompicones, edificando ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach