ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Dos sirenitas, una corazonada y muchos corazones partidos
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad04-10-2009
Ella miraba el mar y, según caía la tarde, la piel del horizonte se ruborizaba.“Tenemos una corazonada”, resonaba en el eco de las olas. El lema de Madrid para optar a la celebración de los Juegos Olímpicos de 2016 había apelado a los sentimientos de las personas. Hasta la Sirenita de Copenhague había sentido ese apasionamiento que pudo ruborizar sus frías mejillas de metal. Madrid quería creer en su corazonada. La delegación española en la ciudad norteña vistió de verde esperanza para defender sus argumentos entre los miembros del Comité Olímpico Internacional, unos argumentos que anteponían a las personas sobre las infraestructuras, que se basaron en la igualdad y el mestizaje ante los personalismos y el carisma, en el esfuerzo y en las ricas lecciones del sufrimiento frente al poder fácil y absoluto. Madrid apostó por tocar la fibra sensible. Y lo consiguió. “We Believe”, decía otro de los lemas de la capital española para alzarse como ciudad olímpica en 2016. Hasta los políticos y representantes de este país parecían más humanos que nunca en la ponencia de la candidatura. Hasta los políticos españoles parecían ser del mismo partido. Sería que jugaban en el mismo bando. Horas antes de la presentación, el propio alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, había confesado entre bastidores que había rezado para que su ciudad tuviese unos Juegos Olímpicos. Primero el amor de la corazonada, después el we believe, o sea, la esperanza, y después la fe... ¿A qué les suena? Pero esos juegos abortados de Madrid tambiién iban a ser Paralímpicos, claro. La audiencia que no parpadeaba ante la retransmisión en directo de la exposición del programa madrileño ante el COI por todas las cadenas también descubrió una cara nueva, la de Teresa Perales. Teresa es una atleta paralímpica que subió al estrado en silla de ruedas y que manejaba su sonrisa y su mirada con tal maestría que era la misma cara de la sinceridad, el optimismo, el convencimiento y la credibilidad. Efectivamente esta campeona demostró, quizás más que nadie, que bajo aquella chaqueta verde que vestía había un corazón. Un corazón que latía al mismo ritmo que ese son aflamencado que las olas acercaban para besar la piel de la Sirenita. Si Hans Christian Andersen pudiese escribir ahora otro de sus maravillosos cuentos quizás hablaría de esa otra sirenita que cautivó Copenhague. Es una paradoja. Esta vez, en lugar de escamas, la sirenita española tenía unas ruedas pegadas a sus piernas. Y como para moldear el metal también en Teresa el calor había fundido su corazón. Soñar es gratis y la esperanza es lo último que se pierde. Ójala que para 2020 sobrevivan intactos los buenos valores del olimpismo de esta corazonada que ha dejado a muchos con el corazón partido.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo