ANÁLISIS DE ECONOMÍA
Qué haría con tres millones
Por Gema Diego2 min
Economía04-10-2009
Si cobrase tres millones de euros al año, podría comprar varios pisos y casas y garantizarme todavía más dinero alquilándolos. O, si fuera Robin Hood, podría adquirirlos para revendérselos a un precio justo a familias y personas que los necesiten. Si cobrase tres millones de euros al año, podría invertir en nuevos negocios. Podría abrir bares y discotecas donde continuar aumentando exponencialmente mi fortuna explotando a un amplio plantel de camareros por cuatro duros. O podría poner en marcha empresas innovadoras, que apuesten por productos verdaderamente vitales y enriquecedores para el ser humano -basta ya de tanto ladrillo y tanto turismo de baja calidad, cuando nuestro patrimonio merece una aproximación más respetuosa… que no quiere decir lo mismo que más cara-. Una compañía donde los trabajadores pudieran formarse, sentirse profesionalmente reconocidos y, a la vez, disfrutasen de instrumentos para conciliar su empleo con su vida familiar. Si cobrase tres millones de euros al año, y encima no tuviese que atarme a un puesto de trabajo y a un horario para desempeñarlo, podría estudiar y viajar tanto como me apeteciese. Podría hacer un máster carísimo y, entre tanto, vivir en el apartamento más lujoso de la ciudad, y hasta podría permitirme dejar colgado el curso si me aburre. O, mientras yo me formo, estudio, abro mi mente, podría colaborar con entidades que conceden becas a otros estudiantes que no han tenido tanta suerte como yo. Si cobrase tres millones de euros al año, podría, en fin, destinar esta suma a acumular coches, casas, joyas, a sumergirme en el hedonismo por la acumulación de bienes y por el consumo. O podría repartir el dinero entre toda mi familia y amigos para que fueran un poquito más felices y tapasen agujeros. Seguro que también me sobraría para darle algo a ONG, a fundaciones, a personas que se impliquen en una labor que a mí me toque especialmente el corazón. Esto sería lo que yo me plantease si fuera José Ignacio Goirigolzarri. Lo demás, las críticas, la indignación y la repugnancia no pueden influir de manera vinculante en las decisiones de una empresa privada -en la que, por mucho que no nos guste lo que haga, aún no podemos intervenir, salvo que la ley cambie… y muchos no están por la labor de cambiarla, aunque ahora estén poniendo el grito en el cielo-. Eso sí, lo que, por ética, espero que le ocurra a Goirigolzarri es que tenga que pagar una generosa suma en forma de impuestos para que nos beneficiemos todo el país de su provechosa –para él, claro- prejubilación.