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SIN CONCESIONES

Piratas de Somalia

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión05-10-2009

El diálogo, el talante por bandera y la Alianza de Civilizaciones como política exterior están muy bien para un mundo sin guerras, sin malicia, sin armas, sin ansias de venganza y sin terroristas. El diálogo y la convivencia quedán estupendos en un libro de Educación para la Ciudadanía, en una clase para estudiantes de Primaria o en un código de buena praxis diplomática. Sin embargo, ninguna de las dos sirve cuando hay que enfrentarse a una banda terrorista, a un país que desafía constantemente las normas internacionales o un grupo de violentos piratas que asaltan barcos de pescadores indefensos. La política dista mucho del país de las maravillas que inventó Lewis Carroll en su obra maestra y que Walt Disney hizo famoso a través de los dibujos animados. Incluso en el cuento, Alicia tuvo que luchar contra el ejército de cartas de la Reina de Corazones. Zapatero debería haber aprendido todas estas cosas en cinco años de mandato, aunque son tantas las meteduras de pata que posiblemente no tenga tiempo ni capacidad para aprender de tantos errores. Cuando se empeñó en buscar un acuerdo de paz con la banda terrorista ETA, ignoró que su buena voluntad estaba en desventaja frente a las pistolas y los atentados de los asesinos. Cuando en la oposición criticó tantas veces la operación militar de rescate en el islote de Perejil o el derrocamiento de Sadam Husein, debía de pensar que los gobiernos de Marruecos y de Iraq estaban legitimados para violar la soberanía española o las indicaciones de Naciones Unidas, respectivamente. Cuando un grupo de piratas somalíes secuestró en el océano Índico el pesquero Playa de Bakio, escogió el pago del rescate como mejor solución al desafío. Desde entonces no han parado de producirse ataques a los barcos españoles que fondean en el cuerno de África. El gobierno francés de Nicolás Sarkozy también fue chantajeado por estos terroristas del mar, pero respondió con determinación y dio una lección a los piratas que todavía no han olvidado. Soy de los que piensan que la violencia es la peor de las soluciones a cualquier conflicto, pero un presidente del Gobierno debe saber que los estados tienen ejércitos para algo. El ojo por ojo no es el camino pero quedarse de brazos cruzados tampoco debe ser la respuesta. Por suerte, a los terroristas se les puede detener y juzgar de acuerdo con unas leyes nacionales. Para los piratas que atacan los barcos españoles en el otro lado del globo terráqueo no hay normas ni penas de cárcel. Son hombres pobres y hambrientos que se lanzan desesperados al mar en busca de un motín que muchas veces encuentran. Pero eso no justifica que los gobiernos occidentales les dejen actuar a sus anchas. Hay que proteger los barcos y responder a sus ataques con un lenguaje que ellos mismos entiendan. Hasta ahora se han aprovechado del miedo de algunos gobiernos, incapaces de defender a sus propios compatriotas hasta que el daño ya está hecho. Los pescadores han denunciado que la recomendación de Zapatero para evitar más ataques es colocar otra bandera distinta a la española. ¡Es el colmo! Esto es lo que pasa cuando se tiene el diálogo y el talante como fin en sí mismo de la política, en lugar de como instrumentos para defender y hacer prosperar a tu país.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito