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EL REDCUADRO

Tres euritos y un rey godo

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura2 min
Opinión03-02-2002

Lo he leído en los informes de la sociedad estatal para la adaptación al euro o de las organizaciones empresariales; se lo he oído a Rodrigo Rato; pero hasta ahora no me lo he creído. Ahora es cuando de verdad me consta que el euro está perfectamente integrado en nuestros hábitos. De momento ya hay chistes sobre el euro. Las realidades no existen hasta que el español las incorpora a sus chistes. La Monarquía, por ejemplo, no estuvo de verdad restaurada y consolidada hasta que empezaron a circular chistes sobre el Rey, a quien por cierto le encanta que se los cuenten. Ahora, cuando todo el mundo ha empezado a saber por qué al billete de 500 le llaman el Bin Laden es cuando de verdad el euro ha arraigado. Aunque la máxima constatación del curso real de la nueva moneda la acabo de obtener de una fuente para mí tan importante como "The Wall Street Journal": un limpiabotas, lo que en mi pueblo llamamos un betunero. En mi pueblo aún quedan esos centros culturales refinadísimos que son los salones de betunería, donde no solamente va uno a lustrarse los zapatos, sino, en charlita con el limpiabotas, a saber cómo va el mundo. En la Puerta de la Carne sevillana, que para mí es como decir en el parquet de la Bolsa, el euro acaba de obtener carta de naturaleza. Mientras te limpias los zapatos, el betunero te habla de cómo va el Betis, de la orgía de los jugadores del Barcelona, de la novia de Denilson y al final, cuando ha terminado y le preguntas cuánto es, confirmas que la moneda única está más arraigada que lo que señalan todas las encuestas macro y microeconómicas. Porque el betunero te dice: - Son tres euritos... Ahora es cuando de verdad me creo que esto marcha. Cuando para los limpiabotas cien duros son tres euritos, con el diminutivo afectuoso. El euro es una cosa distante, impuesta por el Banco Central Europeo; al cambio, por los alemanes. Pero el eurito sí que es nuestro. Suena como a "durito". Lo que no sé es como resultará en tierras que no hacen el diminutivo en "ito", sino en "ico", por ejemplo en el antiguo reino de Aragón o en Granada, la tierra del chavico. Allí escribes como mayúscula el diminutivo de la moneda y es que te sale un rey godo: Eurico. Mejor. Algo de recuperación de nuestra identidad histórica tenía que haber para compensar tanta entrega de nuestra cultura como sacrificio en el altar del europeísmo.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor