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ROJO SOBRE GRIS

Bombillas y curas

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
Opinión05-07-2009

Pues sí. Estaba tirada en el sofá, con la mirada en el techo y sin ver nada. De tanto ver las cosas acaban por desaparecer. Tanto las buenas como las malas. Cuando nos acostumbramos, acaban por pasarnos desapercibidas. Las obviamos, las damos por sabidas, y bien las ignoramos, bien las asumimos como un derecho, bien nos resignamos acrítica y apáticamente. En el techo sigue la bombilla de obra. Ahí está, solita en la blancura. Hoy la he vuelto a ver desde hacía tiempo. Es una pobre bombilla ignorada. Me grita que quiere una pantalla, que quiere ser bonita y admirada, pero sigue desnuda porque ya no la veo de tanto mirarla. Cuando un día la vista, pasaré muchos ratos contemplándola hasta que quizás vuelva a hacerse transparente. Me acostumbraré. Me atropellarán la prisa, el sueño, la rutina… Un buen día entraré en casa y, por primera vez, no levantaré los ojos para mirarla. Para muchos quizás sería el comienzo del final de una historia de amor, el inicio de una crisis, el momento de cambiarla por otra. Para mí será el momento en que se hará evidente la necesidad de los demás, de alguien que me recuerde lo que me gusta esa lámpara, lo que me costó encontrarla y elegirla, las peripecias que viví hasta decidirme, el trozo de mi vida que ha quedado impreso en ella. Ni lo pensamos. Quienes tenemos el privilegio de contar entre nuestros habituales a los sacerdotes corremos el riesgo de vivir como si fueran un derecho. Están siempre. Son el canal, el instrumento gracias al que Dios se hace presente en nuestro mundo. De sus manos es posible que un trozo de pan se convierta en Cristo mismo. Con su absolución Dios mismo perdona y borra nuestra culpa. Son consejo, son fortaleza, escucha, esperanza. Son sentido, son profundidad y son amor. Son hombres elegidos para ser puente entre Dios y nosotros. Los necesitamos, y el mundo es mejor gracias a tantos sacerdotes a través de los cuáles Dios toca nuestras vidas y las hace mejores. Este año será especial para los ellos porque Benedicto XVI ha propuesto un año especial sacerdotal. Apenas ha empezado, pero a mí me ha pasado como con mi bombilla: los he vuelto a ver. Me he hecho un poco más consciente de que también los sacerdotes dependen de mí, y que puedo contribuir a que este mundo sea mejor si apadrino a uno, por ejemplo. De entre las muchas y hermosas causas que ocupan a tantas ONGs, ¿por qué no elegir la de los sacerdotes? El Regnum Christi ha lanzado una campaña que se titula “Apadrina un cura”. Hasta un adolescente puede colaborar. El objetivo es conseguir que 35.000 personas decidan apadrinar la formación de un sacerdote diocesano por 6 euros al mes: ni una entrada para el cine, más o menos una copa, o ni dos cajetillas de tabaco. De momento hay un teléfono para quien quiera saber más (902 31 34 34) pero a la vuelta del verano la campaña volverá con novedades muy atractivas y que darán de qué hablar… Hablemos de lo bueno. Rojo sobre gris a los sacerdotes. Como decía el santo cura de Ars, si pudiéramos hacernos conscientes de su grandeza, moriríamos ¡no de espanto!, sino de amor.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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