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SIN CONCESIONES

El futuro de Garoña

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión05-07-2009

Futuro y Garoña parecen ahora mismo dos términos incompatibles. La orden de cierre de Zapatero convierte a esta central nuclear en una mole de cemento con fecha de caducidad. No hay futuro para Garoña. Son dos palabras contradictorias, dos realidades que acaban de romper el matrimonio que hasta ahora conformaban. El responsable es el presidente del Gobierno, que no hace muchos meses se definió a sí mismo como "el más antinuclear" del Ejecutivo socialista. Razón no le faltaba. Su programa electoral prometía cerrar de forma paulatina todas las centrales nucleares de España para sustituirlas por nuevas formas de energía renovable como los molinos de viento y los paneles solares. Concluida la vida útil de Garoña, había que tomar una decisión. Zapatero la ha tomado y ha ordenado el cierre de Garoña. Pero sólo a medias. En realidad, la central seguirá abierta hasta 2013. Se trata de otra mentira más de este presidente, experto en decir una cosa y hacer la contraria con tal de contentar a todo el mundo para perpetuarse en el poder. La clave de Garoña no es el futuro de la energía nuclear. El lid son los 11 millones de votos que Zapatero consiguió en las elecciones generales de 2008. Si quiere seguir en La Moncloa, tendrá que al menos repetir la cifra en 2012. La decisión de cerrar Garoña hoy es un problema político para el PSOE, pero dentro de tres años será la solución. La explicación es fácil: todos los izquierdistas y ecologistas que ahora están enfadados con Zapatero por conceder cuatro años más de vida a la central correrán en 2012 a los brazos del más antinuclear ante el riesgo de que el Partido Popular recupere el Gobierno de España y la reabra. Garoña será a buen seguro el mejor recurso electoral del PSOE, algo así como la campana con la que tocar a rebato para suscitar el miedo conveniente de que la derecha regrese al poder. Garoña será la vía rápida para promover el voto útil que le dio la victoria hace un año y que, por ausencia, le ha hecho perder los comicios europeos del pasado mes de junio. Si Zapatero fuera realmente el más antinuclear del mundo mundial, ya habría cerrado Garoña. Sin miramientos, sin medias verdades, sin complejos y sin miedo alguno a las consecuencias. La realidad es muy distinta a la que pinta el Gobierno. La central nuclear emplea a un millar de personas en la provincia de Burgos y genera electricidad suficiente para la mitad de Castilla y León. Nadie puede permitirse el lujo de prescindir de ella y menos en tiempos de crisis como los actuales. El plan de Zapatero a medio plazo es sustituir Garoña y el resto de las centrales nucleares por energías renovables. Es buena idea, posiblemente de las mejores que suelen pasar por su mente. Pero de la cabeza de Zapatero a la realidad hay un amplio camino que el Ejecutivo debe comenzar a recorrer. Por desgracia hacen faltan muchas, muchas, muchas plantas eólicas y decenas de miles de placas solares para obtener la mismas energía que producen las centrales nucleares. Si el Gobierno no comienza a instalarlas de inmediato, podemos llegar a 2013 sin alternativas suficientes y el próximo presidente puede verse obligado a reabrir Garoña. No creo que Zapatero quiera eso, salvo que el afectado sea del PP y eso concediera a los socialistas un primer motivo para ejercer de oposición cuando pierdan el poder. Así que el futuro de Garoña está íntimamente ligado con el futuro del propio Zapatero.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito