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ANÁLISIS DE ESPAÑA

La falta de reflejos de Rajoy

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España28-06-2009

Podría haberlo hecho varios años antes. Pero nunca se atrevió. O quizá fue porque no se dio cuenta. O porque no le dejaron. El caso es que llegó tarde y en el camino perdió dos elecciones generales entre otros muchos desastres electorales. Víctima de la imagen que transmitía un partido permanentemente crispado, anclado en el 11-M y con el España se rompe por bandera. Eran los tiempos de Acebes, Zaplana y la sombra alargada de Aznar. Rajoy nunca fue uno de ellos, pero el hecho de haber heredado el partido a dedo siempre le hizo arrastrar una especie de complejo que, durante mucho tiempo, le impidió imprimir su sello personal al proyecto del PP. No fue hasta la segunda derrota electoral consecutiva. Todos le daban ya por muerto cuando Rajoy decidió salir del armario. “Lo intentaré de nuevo con un equipo propio”, dijo. Y por la puerta de atrás fue desfilando el aznarismo, dejando paso a los Sáenz de Santamaría, González Pons, De Cospedal... Los militantes se le agolpaban en la sede clamando por la deshonrosa marcha de María San Gil. El invento provocó una rebelión interna que casi le cuesta la cabeza. Pero llegó el Congreso de Valencia y la cosa quedó zanjada, al menos hasta la siguiente derrota. De todo eso ha pasado ya un año en el que el PP tan sólo ha cosechado buenos resultados electorales. Sea por la crisis, el mérito personal o por lo que sea, la realidad es que Rajoy ha dejado de ser una máquina de perder elecciones. Y ahora lo celebra de nuevo en Valencia, feliz, y seguramente preguntándose ¿qué hubiese pasado si aquel golpe en la mesa lo hubiera dado antes?. Entre las virtudes del líder del PP no se encuentra la rapidez de reflejos o la valentía a la hora de tomar decisiones que afectan a la estrategia del partido. Y ahora está demostrando de nuevo esa ausencia de determinación en lo que al caso Gürtel se refiere. Se trata de la única china en el zapato del PP, pero Rajoy no está sabiendo ponerle coto. ¿Saben esa sensación que a veces te avisa de que inevitablemente algo desagradable va a suceder y que, pese a que tiene solución, uno no termina de atreverse o no tiene ganas de impedirlo? Pues en eso parece encontrarse Rajoy en relación a la situación de su tesorero Luis Bárcenas. Primero era una cruzada personal de Garzón contra el PP. Cuando la causa llegó al TSJM, el problema era una caza de brujas general contra los miembros del partido. Y pese a que la cosa ya va por el Tribunal Supremo y el cerco se estrecha cada vez más, Rajoy parece no enterarse. Es como ese alumno que sabe que no ha estudiado, pero aun así se presenta al examen esperando un milagro que evite lo inevitable. El líder del PP insiste en apelar a la presunción de inocencia en lugar de forzar la dimisión de Bárcenas y frenar así el desgaste político y la incipiente división interna que comienza a generar su continuidad en el partido. Rajoy ya llega tarde de nuevo a una decisión que en el futuro se arrepentirá de no haber adoptado antes.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio