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ROJO SOBRE GRIS

Fontioso

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura2 min
Opinión14-06-2009

Mi hermana lee, mi cuñado dormita y mi marido escribe. Este fin de semana hemos despedido a mi abuela Leonor, que nos dijo “hasta la vuelta” el pasado viernes al amanecer. Hemos conocido a Wallace, el perro labrador de mi primo Xavi. Hemos paseado por uno de los pueblos de Castilla donde se encuentran nuestras raíces: Fontioso, el pueblo que vio nacer a mi padre, y hemos visitado su cementerio, “el más pequeño del mundo”, según dice mi cuñado. Fontioso es pequeñísimo, de color arenisca, rodeado de laderitas suaves teñidas de verde y tierra. Quiero volver un día y pasear por sus calles mientras imagino a los niños de antes correr calle arriba y calle abajo. Seguro que en 10 minutos se atraviesa de punta a punta en una carrera. Podría ser el escenario de una novela de Delibes. Todavía en estos lugares el horizonte es la línea donde se tocan el cielo y la tierra, el presente y el futuro. Frente a la tumba de mi abuelo, que nació en 1903, me preguntaba cómo discurrirían el tiempo y la vida por aquel entonces. Comprendí la sabiduría de tantos hombres y mujeres de nuestra querida Castilla. Aunque fuesen iletrados, sabían de la vida y de la muerte, del tiempo que llevan las cosas, de lo que el hombre tiene en sus manos y de lo que no puede dominar. Quisiera transportarme a esa época, cuando mis abuelos se despertaban antes que el día para ganarle horas al sol y labrar la tierra. Me imagino la escuela donde aprendían juntos niños de todas las edades, asombrados con los relatos que les transportaban a lugares lejanos y diferentes, extasiados ante las ilustraciones de sus cartillas y deseando que terminara la clase para salir corriendo a jugar a la fuente, o a los campos. En 1903, me pido ser la maestra del pueblo. Sin televisión, ni cines ni consolas un grillo es el universo entero, los hormigueros son la mejor película, y hasta el mejor músico de la historia reconocería en el canto de los pájaros al caer la tarde la mejor banda sonora. No recuerdo quien lo decía, pero se me quedó grabado: tanto sabe del hombre quien ha recorrido el mundo en extensión con los ojos muy abiertos como quien, sin moverse de un solo sitio, lo ha recorrido en profundidad con el corazón esponjado. Rojo sobre gris a la recuperación de nuestros pueblos de España, de nuestras raíces. Que podamos volver. Que podamos recordar. Que podamos saber que el azul viene del cielo; el verde, de los campos; los ocres, de la tierra. Que el horizonte está allí, pero también aquí.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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