ANÁLISIS DE LA SEMANA
Tomar un taxi en Buenos Aires
Por Raquel González2 min
Economía27-01-2002
Cuando tomé aquel taxi en Buenos Aires (digo “tomé” porque allí coger los taxis está muy mal visto), a finales del pasado mes de agosto, me sorprendió que el taxista no conociese el lugar al que yo le pedía ir. Con mi guía y su instinto fuimos desenlazando el nudo de calles hasta llegar al destino. En el trayecto nos dio tiempo a charlar amigablemente, como charlan todos los porteños. Me desveló la razón de su despiste, a sus 50 cumplidos la empresa en la que trabajó toda su vida entró en quiebra y él se vio obligado a alquilar un taxi por horas para poder mantener a su familia. Llevaba tan sólo 15 días al volante de aquel coche. La ira argentina no ha estallado así de pronto. Muchos sufrimientos comenzaron años atrás. Se sucedieron, uno tras otro, gobernantes incapaces que fueron minando los cimientos del país que hoy se anda viniendo abajo un poquito más cada día que pasa. Un amigo de allá me comentaba que temía que su país se hubiese quedado dormido al haber aguantado tanto y con tanto quietismo. Ahora mi amigo está feliz porque ve cómo la gente despertó y es consciente de que este primer paso por parte de la sociedad argentina era necesario para avisar así a los políticos de que no gobiernan a un rebaño manso, así que... cuidado. Los organismos internacionales aseguran que ayudarán a Argentina. Alguno de ellos, como el FMI, ha admitido su parte de culpa en todo el caos económico. Mientras Argentina cae y sus gentes hacen lo posible por levantarla, el mundo sigue su ritmo. La bolsa, con sus vaivenes, da un día cal y otro da arena. A pesar de haber alcanzado de nuevo la cota de los 8.000 puntos, el mercado no se estabiliza. Europa sigue recogiendo cifras negativas pero que señalan el final de la mala racha ya que desde el Banco Central Europeo aseguran que los días negros tocarán pronto a su fin. Cruzando el océano por su parte norte, en EE.UU. el caso Enron sigue llenando páginas que se tornan ya de película de acción. El suicidio del vicepresidente de la compañía ha venido a sumar más ocultismo a una historia que salpica hasta a la Casa Blanca. Y saltando ahora los muros de la prisión de Soto del Real, allí permanece ociosa Pilar Giménez-Reyna y así seguirá durante bastante tiempo. La pasada semana tuvo la posibilidad de salir pero la Audiencia Nacional se negó.