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Amor y pedagogía

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión08-02-2009

Escribí recientemente sobre el delicioso aunque tímido ensayo en el que Daniel Pennac disertaba durante un buen puñado de páginas para atreverse a decir, finalmente, que en esto de la enseñanza, en esto de lograr el milagro de que un chiquillo perdido llegue a ser un adulto maduro y libre, más que una buena preparación, el profesor necesita amar a sus alumnos. Más de 100 años antes de que Pennac escribiera sus errabundas reflexiones, nuestro genial Miguel de Unamuno, publicó su novela Amor y pedagogía. En ella, pretendía burlarse de quienes ya entonces idolatraban el positivismo aplicado a la sociología y a la pedagogía. Es decir, de quienes creían que los medios para la felicidad social y la educación perfecta de los niños podían determinarse mediante la aplicación de una serie de fórmulas matemáticas. Evidentemente, Apolodoro, ese hijo concebido y educado como plan para crear un genio -según los métodos de su científico padre, Avito Carrascal-, termina por suicidarse. Si ya en 1902 Unamuno denunciaba estas modas pedagógicas y políticas, que desembocarían poco después en los grandes totalitarismos del siglo XX -nazismo, fascismo y comunismo soviético, todos muy “científicos”-, el autor se mostró aún más consternado al escribir su prólogo para la segunda edición, en 1934. En 1934, el plan de la II República era generar “buenos ciudadanos” con su pedagogía en las aulas públicas, pero también con su demagogía en la redacción de la misma constitución. Si, demagogía con tilde en la í, insistía Unamuno, para resaltar el paralelismo. “Avito Carrascal quiso de su hijo, mediante la pedagogía, hacer un genio, y nosotros queremos hacer, mediante la demagogía, de nuestros hijos, y lo que es peor, de los hijos de nuestros prójimos, de sus padres naturales y espirituales, unos ciudadanos. […] El niño es del Estado, y debe ser entregado a los pedagogos -demagogos- oficiales del Estado, a los de la escuela única. […] ¿qué es eso de los derechos de los padres? Santo Tomás de Aquino enseñaba que no hay derecho a bautizar a un niño contra la voluntad de sus padres […] pues ante todo está la libertad de conciencia de los padres […] y aún hay quien ha propuesto, aquí en España, establecer por cuenta del Estado la pedagogía socialista [leamos nosotros de los pr incipios de la Constitución]”. A alguno le recordará esta pretensión de la II República a del actual Gobierno socialista con Educación para la Ciudadanía (EpC). No es casualidad, pues los socialistas, al hilo de su manifiesto para conmemorar el XVIII aniversario de la Constitución, declararon sin rubor su pasión por la misma constitución que aterraba, por demagógica, al bueno Unamuno. Supongo que pronto impondrán por decreto lo que ya han conseguido de hecho: que no se lea a Unamuno en las aulas, no sea que algún alumno se contagie de esa terrible idea de que son los padres, y no el estado, quien tiene el derecho de formar la conciencia de sus hijos. Contra lo que dicta el socialismo, y con lo que defiende una institución milenaria sin timidez alguna, será el amor de persona a persona, y no las leyes ni la pedagogía, el que edifique en las aulas y entre los hombres ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

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Plumilla, fotero, coach