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Batman y el deseo triangular

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión01-02-2009

El nuevo Batman de Christopher Nolan, del que contamos ya con dos entregas (Batman Begins y El caballero oscuro), devuelve a este controvertido personaje a la categoría que le corresponde: la de leyenda viviente. La mayoría de los personajes menores pueden explicarse con una sencilla línea recta (que, descubriremos, es la base de un triángulo): la que va desde ellos, como sujeto que desea, hacia su particular y encarnado objeto de deseo. Por ejemplo: el protagonista quiere conseguir un tesoro, se pone a buscarlo y lo obtiene. Fin de la historia. Para que una aventura tan sencilla como esa merezca la pena, hay que exagerar alguna de las variables: o la psicología interna del personaje, o el valor del tesoro a conseguir o la dificultad de la búsqueda. En los tres casos, se movilizan muchos recursos que, como máximo, conseguirán tenernos medianamente entretenidos. Pero este Batman es distinto. Es como los grandes e inmortales personajes, es un quijote en el sentido más novelesco de la expresión. Dibujar las motivaciones de Batman, como dibujar las de Don Alonso Quijano, exige un triángulo. Lo que mueve a Alonso Quijano no es un objeto, sino un ideal, un modelo (el vértice superior del triángulo): el Amadís de Gaula. Así, el objeto de deseo puede cambiar innumerables veces -vencer a los molinos, a las botas de vino, conseguir el bellocino de oro…-, pero el ideal caballeresco permanece. No importa si Quijote logra o no su objetivo, pues la aventura se mide por el ideal perseguido, y no por el objeto alcanzado o frustrado. La justicia es el vértice superior en el deseo triangular de Batman. Por eso, aunque la primera entrega de la serie fuera toda una derrota (“He fracasado”, se confiesa ante su mayordomo), pudo haber una segunda entrega y podrá haber muchas otras (“Nos caemos para aprender a levantarnos”, le responde éste). Levantarse… ¿para qué? Si el personaje se moviera sólo por objetos concretos de deseo, caminaría siempre entre la frustración (por no conseguirlo) y la falta de identidad (por cambiar de rumbo cada vez que consiguiera su objeto). Pero, al tener un ideal, ese vértice superior del triángulo da consistencia, firmeza e identidad a ese personaje, fracase las veces que fracase, o se enfrente a las situaciones nuevas a las que se enfrente. Por eso, por perseguir la justicia, Batman es “más que un hombre”, es “un símbolo”, y los símbolos -lo vemos en la segunda entrega de la saga- no pueden morir. Si los hombres aprendiéramos a orientar nuestra vida hacia el vértice superior del triángulo, siempre identificado con los grandes ideales, pondríamos los pilares más sólidos para edificar ese hermoso lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach