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SIN CONCESIONES

Mentiras y honor

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión17-01-2009

Ganó las elecciones con buenas palabras y mucho talante, pero detrás no había nada. Convenció a las masas con anuncios espectaculares y sueños que parecían inalcanzables. En dos semanas levantó las expectativas que parecían muertas dos años antes. Su éxito fue un buen diagnóstico sociológico. Descubrió lo que la masa quería y se lo ofreció. En medio del caos, dio tranquilidad. En los nervios de la campaña, transmitió templanza. Las promesas fueron el motor de la ilusión. Su arma secreta fue el oportunismo. Lanzó promesas que no podía cumplir. Kaka, Cesc y Robben fueron su programa. Triunfó y olvidó todo lo prometido. Ramón Calderón asumió desde el primer día como presidente del Real Madrid que el fin justifica los medios. Esta ha sido su pauta de comportamiento. Así trató de engañar a todos desde el primer día y hasta el último. Esa fue su perdición. Con cada mentira desnudaba su proyecto y dejaba al descubierto la carcasa hueca con la que llegó a la otra casa blanca. Pronto llegaron los fracasos. Pero él siempre eludía su responsabilidad. Me dicen..., Me aseguran... eran sus coletillas preferidas. Cuando aparecían los problemas siempre hablaba en tercera persona para desviar la culpa hacia los subordinados. Ramón Calderón se ha marchado del Real Madrid pero todavía quedan muchos como él con altas responsabilidades de gobierno. El barcelonista Joan Laporta también mintió para presidir el Barça: prometió el fichaje de Beckham pero el inglés acabó en el Real Madrid. El presidente José Luis Rodríguez Zapatero también mintió para ganar las elecciones generales: en 2004 divulgó la falacia de los terroristas suicidas y en 2008 negó la crisis económica. Calderón, Laporta y Zapatero son hijos de la misma familia. Tienen como padre el engaño y como madre la propaganda. Son descendientes del ocultamiento, el disimulo y la imprudencia. Cuando Calderón no había ganado aún su primera Liga, saltó triunfante sobre el cesped de La Romareda para celebrar lo que todavía no era suyo. No fue el único. Aquella imprudencia hizo que muchos madridistas casi deseáramos perder la Liga sólo por ver la cara que se le quedaba a Calderón. Lo suyo era egocentrismo. Cuando Zapatero pronosticó el fin de ETA un día antes del atentado de la T-4 de Barajas fue mucho peor que eso. La realidad era bien contraria a la que él dibujaba y el engaño sólo tardó 24 horas en destaparse. Pero nunca reconoció su mentira y el consiguiente error. Con la crisis económica, hizo lo mismo. La negó hasta la saciedad antes de la cita con las urnas y sólo la admitió cuando ya había tomado posesión por otros cuatro años del sillón monclovita. Como Ramón Calderón, tampoco asumió su responsabilidad. Toda la culpa, sostiene todavía, es de los constructores y de la mala gestión de George W. Bush en Estados Unidos. A Zapatero sólo le falta jurar por su honor para seguir la estela del ex presidente madridista. Pero eso nunca lo hará porque él es como los autobuses que circulan por Londres y Barcelona, niega la existencia de Dios. Claro que si antes desmintió la negociación con ETA y la crisis económica... hay más probabilidades que nunca de que Dios exista. Por su honor es incluso difícil que Zapatero llegue algún día a prometer, pues nunca ha sido una de sus cualidades. Capaz de decir un día una cosa y al siguiente la contraria o de prometer lo mismo a tres personas distintas, se parece a Calderón tanto por su falta de coherencia como por sus palabras grandilocuentes. Ambos son dos caras de una misma moneda. La ambición desmedida y el ansia de poder les empuja a manipular todo, a mentir descaradamente, a engañar a las bases con argumentos espurios. Si Zapatero fuera madridista o Calderón presidente del F.C. Barcelona, hubieran forjado una estrecha amistad. Ahora se acaba el símil, el camino paralelo a Zapatero que Calderón emprendió hace casi tres años. El Real Madrid no es el Gobierno de España pero su presidente está mucho más expuesto a la críticas. Prueba es la feroz campaña mediática orquestada para expulsar a Ramón Calderón. Se la merecía hace tiempo. Zapatero ha tenido más suerte hasta ahora. También llegó con el talante y buenas palabras, las mismas que todavía le salvan de la quema. Calderón ya es ceniza, triste historia del mejor equipo del mundo.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito