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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Balones a la olla

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura4 min
España04-01-2009

Balones a la olla. Dícese de ese recurso futbolístico al que se acude, casi siempre a la desesperada, cuando uno carece de medios, se encuentra por debajo en el marcador y el tiempo juega en su contra. Extrapolado a la política, éste es el estado exacto en el que se halla Mariano Rajoy ante el inicio de este 2009. Con tres citas electorales clave por delante, como son los comicios vascos, gallegos y europeos, el líder del PP afronta el año más decisivo para su futuro personal. Y los pronósticos no son del todo favorables. En el fútbol, como en la política actual, al final, lo único que importa es que la pelotita entre, es decir, conseguir más votos que el rival sin importar cómo. Pero tener clara la estrategia para conseguirlo suele ser fundamental. Ahi están los brasileños con su jogo bonito. Aunque a veces no sea la vía más práctica, son fieles a esa primacía del ataque desguardando la defensa. Si un simple pase se puede hacer fácil, ellos buscarán la manera de complicarlo con el único objetivo de divertirse y, de paso, despertar los olés del público. Luego están los alemanes, esa máquina de ingeniería perfecta que nunca baja los brazos a pesar del resultado. Confiando en la intensidad y entrega que les ha hecho grandes. Los éxitos de los italianos, en cambio, han llegado casi siempre de la mano de un estilo rácano, basado en el catenaccio (cerrojazo), pero que a menudo les da resultados. Aunque sea al final y de la manera menos ortodoxa. En definitiva estilos distintos, más o menos estéticos, pero efectistas para quien los sabe poner en práctica hasta acabar haciéndolos propios. Este ha sido uno de los problemas endémicos de Rajoy desde que asumió las riendas del PP. Haciendo balance de su trayectoria, a lo único que podría asemejarse su ausencia de estilo es al de esos equipos mediocres cuya única salida es lanzar el balón al area rival y esperar a ver qué pasa. Aunque nombrado a dedo, llegó con un cartel inmejorable que, sin embargo, luego no ha sabido reflejar en el campo. Se empeña en salir a empatar y ya se sabe que así se acaba perdiendo. Salió a empatar en las elecciones de 2004, negando el debate a Zapatero y desplegando una campaña de perfil bajo. Y lo pagó. A partir de ahí, sus únicos recursos han sido los balones a la olla que pocas veces han dado resultados. Un balón a la olla fue abrazar las teorias conspiracionistas del 11-M para acabar pidiendo pasar página. Balón a la olla fue azuzar a las víctimas del terrorismo contra el Gobierno para luego, cuando comenzaron a ser incómodas, no querer ni compartir foto con ellas. Lo mismo sucedió cuando apeló al "España se rompe" a raíz del Estatut mientras apoyaba reformas similares en Valencia o Andalucía. Nada en Rajoy ha prosperado, porque nada ha dado resultado y, sin embargo, él insiste con lo mismo. Apelando a recursos que resultan insuficientes contra un bloque socialista que sí tiene un estilo bien definido en torno a la manera de entender la política de su líder. Puede ser más o menos discutible, pero al menos es un estilo. Rajoy no lo tiene y por eso sólo se le ocurre lanzar estos balones desesperados como fue el efecto Pizarro, que duró lo que tardó Pedro Solbes en despejarlo al olvido en un debate de televisión. O haciendo una remodelación de su equipo, valiente por otra parte, pero que ni la crisis económica que amenaza a Zapatero ha conseguido hacer que cuaje del todo. En gran parte también por las dificultades y obstaculos que ha encontrado Rajoy en sus propias filas y que le acompañarán en 2009. Voces discolas del partido ya apuntan a que una derrota de Rajoy en las elecciones europeas obligaría al líder a adelantar el Congreso del partido previsto para 2011 al próximo verano, sólo un año después del conclave popular de Valencia en el que se certificaría su adios definitivo. Rajoy no lucha contra el tiempo que marca la legislatura, en ese caso le quedarían tres años por delante, sino contra su propio crónometro. Ese que dice que la cosa no está ya para más concesiones. Por eso las tres próximas citas electorales serán los últimos balones -o mach balls, según se mire- que tenga la oportunidad de lanzar. El tiempo dirá si acaban en nada o si, por lo contrario, le asiste la suerte -como en las autonómicas de 2007- y al menos puede forzar otra prórroga y alargar así la agonía.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio