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ANÁLISIS DE ESPAÑA

ETA no paga traidores

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España14-12-2008

Daba igual lo que dijesen. El comunicado era lo de menos. El mensaje era la foto. Una imagen, sobre todo, para consumo interno. ETA mandó firmes en el frontón de Usurbil, localidad gobernada por ANV. Allí acudieron a la llamada un centenar de indeseables sacando pecho por su condición de ex presos de la banda. Luciendo esas caras de asco. Un etarra es un producto del odio y el gesto no se le borra nunca. Aunque se tiren 30 años entre rejas. Siempre lucen ese semblante de desconfianza y rabia. La consigna era clara. Todo un aviso para navegantes: hay cosas que no están permitidas en la familia y la deserción es una de ellas. ETA no paga no traidores, simplemente los mata. ETA tiene miedo. Está nerviosa porque las cosas no marchan. Sus dirigentes, cada vez más jóvenes e inexpertos acaban cada vez antes en la cárcel. Concluye un año aciago para la banda y la moral está por los suelos. Muchos veteranos han tirado la toalla y el Gobierno aprovecha la situación en busca de más deserciones. Por eso la serpiente se revuelve y reacciona. En esta crisis no hay margen para otra Yoyes. Dolores González Catarain fue la primera mujer en llegar a la dirección de ETA allá por los setenta. Y también la primera en ser asesinada por la propia banda cuando se dio cuenta de que su locura no hacía más libre a la tierra a la que amaba casi tanto como a su hijo Akaitz. La criatura tenía tres años aquel 10 de septiembre de 1986, cuando en la plaza de su Ordizia natal, el etarra José Antonio López Ruiz, Kubati, le descerrajó cuatro tiros mortales a su madre. La orden de ejecutarla salió de una reunión a la que asistieron históricos como Belén González Peñalba, conocida tanto por su torpeza con las armas como por su horrorosa halitosis, Iñaki de Juana Chaos -sobran presentaciones-, Soares Gamboa o Pakito. Curiosamente, estos dos últimos son ahora ejemplo de esa ornada de etarras arrepentidos. De nada sirvió que González Peñalba fuese amiga de Yoyes desde la infancia. Tampoco influyo que la nueva enemiga de Euskal Herria hubiese mantenido una relación en el pasado con el propio Pakito, en ese momento, líder de la banda. Al final se impusieron las palabras de De Juana: “Para mi ya esta muerta, yo no lo dudaría un instante, si la veo por la calle, la mato en el acto”. Así fue. El de Yoyes es el caso más representativo, casi mítico, de las consecuencias que tiene salirse del guión que marcan las pistolas. Pero hay más. Como Pertur, ideólogo etarra, desparecido en condiciones extrañas en 1976. Lo último que se supo de él eran sus enfrentamientos con la rama más violenta de ETA en relación a los pasos que debía seguir la banda ante los cambios políticos que se avecinaban. Y hay más. Ahí están también las muertes de Txomín o Argala justo cuando comenzaban a platearse el futuro, quizá fuera de la violencia. ETA nunca tendrá sitio para los desertores porque ETA es la banda donde siempre se impone la pistola a la palabra. La demencia la cordura. Es la banda en la que unos son traidores y otros héroes como de Juana Chaos, González Peñalba o la Tigresa, quien seducía los guardias civiles mientras pensaba en meterles un tiro en la boca. Es la banda de Anboto, mentora de Txeroki y autora de la frase “zapato negro y barba de dos días, mátalo que es policía”. Es la banda de Urrusolo Sistiaga y de Txapote, asesino de Miguel Ángel Blanco. Y de tantos otros como Iñaki Bilbao, Apala o Mercedes Galdos, La Monja. Esta última llegó a reconocer a un juez no sentir nada al matar a niños, “porque lo niños que mata ETA, no son inocentes”. En fin, banda de dementes que acabará como tal.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio