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PUNTOS DE DEBATE

El traumatismo electoral

Fotografía

Por Elías SaidTiempo de lectura3 min
Opinión23-11-2008

Cualquiera que haya estado en un país latinoamericano durante unas elecciones se habrá dado cuenta de cuán traumático resulta este tipo de procesos para sus ciudadanos. Desde el inicio de las campañas electorales hasta el proceso de publicación de los resultados finales, los residentes de estos países están destinados a sufrir más de la cuenta para cumplir uno de los más básicos actos en las sociedades democráticas: el voto para la elección de sus representantes y autoridades. Este mes de noviembre, América Latina ha mostrado campañas electorales cargadas de argumentos destructivos más que constructivos; instituciones públicas, en su mayoría, carentes de capacidad y legitimidad para velar por la transparencia en los procesos electorales; una recurrente toma militar de las ciudades para garantizar “la seguridad y la tranquilidad” de estos procesos; la aplicación de “toques de queda” y prohibiciones de compra de bebidas alcohólicas hasta el fin del mismo; así como la inversión de un largo período de tiempo para el ejercicio del voto y la espera de resultados, sin la tranquilidad o seguridad de que todos los actores políticos admitan estos. Ello hace que sea verdaderamente traumática la vivencia de las democracias en estos países, al dar cuenta del largo camino que queda por recorrer para llegar a decir que democracia y ciudadanía conviven con normalidad. Al pensar en estas características, creo que muchos de ustedes se sorprenderían y estarían de acuerdo con la idea de que “más que votar parece que el ciudadano tuviese que cargar con una cruz a cuestas”, por el simple hecho de su condición ciudadana. Esto, muchas veces, hace que piense en torno al nivel de comprensión del concepto de ciudadanía, lo que ella conlleva, y cuan aptas están algunas sociedades latinoamericanas en asumirla con la madurez que amerita. Las elecciones, así como cualquier acto simple de participación social en democracia, deben desarrollarse en un marco de normalidad en el que nadie debería presionar para ejercerla. Que en un país, caso Ecuador y Perú, sea obligatorio el voto, aduciendo argumentos como el “ahorro al momento de movilizar a las personas” durante este proceso; o que sea visto como normal -caso de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, entre otros- que militares con armas de fuego vigilen las votaciones por “seguridad”; me resultan una muestra clara de que en muchos de estos países más que democracia plena lo que se vive es una democracia tutelada, en la que legisladores y el resto de las autoridades parecen estar acostumbrados a tratar y ser tratados a través de la coacción. A la región latinoamericana le queda mucho para ser distinguida como plenamente democrática, a pesar de estar avanzando en esta línea. Por ello, resulta necesario que cada uno de sus habitantes asuma su condición de “ciudadanos” con decisión y que sus dimensiones se reafirmen con la normalidad propia de otras actividades, realizadas en la esfera de lo social o lo personal. Ello sin esperar a que nadie les coaccione por “su propio bien”, o porque se piensa de que la mayoría de miembros de sus sociedades son “analfabetos funcionales” al hablar de democracia. Solo así se podrá organizar una sociedad civil articulada en unos valores que velarán por unos procesos como los electorales, las huelgas u otros, sin el miedo latente de que unos saboteadores secuestren por unas horas o años la tranquilidad y la capacidad plena de ser ciudadanos a punta de violencia, caos y trampas.

Fotografía de Elías Said