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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Además de serlo, parecerlo

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España02-11-0208

Todo el mundo tiene o ha tenido alguna vez al típico compañero de trabajo vago. Esos que haciendo la mitad que todos los demás se lleva la misma recompensa. Y que a veces hasta se regocijan de ello. Como dice el famoso tango de Julio Sosa siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos… y en el mismo lodo, todos manoseaos. Es decir, que getas y honrados han compartido y comparten espacio siempre en todos los trabajos. Y en la política no iba a ser distinto. Más aun cuando a rebufo de lo que se estila en los USA la política se ha desideologizado. Cada vez hay menos ideas y más imagen. Menos diferencias entre unos y otros. El voto ya no se guía por el valor de una idea, sino por la efectividad de una gestión. Así los políticos pasan a convertirse en una suerte de empresarios llamados a dirigir una empresa, pero de 40 millones de trabajadores. Acaban ejerciendo como profesionales de la cosa. Sería demagogia generalizar y decir ahora que todos lo políticos son unos vagos. No es verdad. La gran mayoría trabajan mucho. Incómodos viajes para asistir a reuniones, difícil conciliación con la vida familiar, jornadas maratonianas, esfuerzo intelectual… Además están sometidos a una presión inusual en el resto de profesiones. Aunque sólo sea por el férreo control de los medios de comunicación. O porque algunos hasta duermen con un ojo abierto para ver por dónde les viene la siguiente puñalada trapera. Pero precisamente, todo esto se ve recompensado en sus nóminas a fin de mes que -en esto si se puede generalizar- no son cualquier cosa y se las pagan los ciudadanos. Por eso resulta denigrante el aspecto que presenta últimamente el Congreso de los Diputados con sus bancadas semivacías en las sesiones en las que no hay nada en juego. Y que su presidente no haga nada por evitarlo. Que los líderes de los distintos partidos no endurezcan las sanciones para sus diputados que prefieren hacer novillos en la cafetería o vaya usted a saber donde, en lugar de cumplir con su obligación. En el caso del PP se une además que la tropa ha dejado de respetar a sus generales porque están ahí sin ganar una sola guerra. Luego están los que se gastan más de 300 millones de las antiguas pesetas sólo en decorar un despacho o un edificio. Lo mismo da. O el que desparrama 9.000 euros en dotar a su coche de la última tecnología. Con la que esta cayendo. A grandes responsabilidades -representan a muchos millones de españoles- grandes exigencias. Y a quien no le guste que se marche a la empresa privada o que abdique. No se salva ni siquiera la Reina. Su famosa campechanía, la boda de ensueño con la chica de la calle, ahora salir y opinar de temas candentes desde una perspectiva nada neutral… la monarquía española lleva ya demasiados años compaginando estas cuestiones que a todo el mundo agradan con otras que no tanto como la tradición, la sangre azul o su carácter de intocables. Esta compaginación no es ni buena ni mala. Simplemente es incompatible. Tanto doña Sofía como los políticos que representan a los ciudadanos no pueden olvidar el papel que ostentan y que parte de su trabajo consiste en rendir cuentas cada día. Por eso como la mujer del César, además de serlo, están obligados a parecerlo. Les va en el sueldo.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio