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Los problemas nos solucionan

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión01-09-2008

El gran académico Salvador de Madariaga habló para TVE en 1978, recién estrenada nuestra democracia, desde su retiro en Bélgica. Le preguntaron los problemas que debería afrontar España y los problemas que debían afrontar los propios españoles, durante lo que se ha dado en llamar “años de la Transición”. De España dijo lo siguiente: el vasquismo y el comunismo. Porque los independentistas vascos no admitían ninguna postura que pudiera aceptar el resto de los españoles y porque el comunismo no es lo que parece y, por lo tanto, es peligroso. Verdaderamente su visión fue providencial. Del comunismo aprendimos a ver pocos años después su verdadero rostro; el del vasquismo ya lo conocíamos, aunque algún presidente del gobierno incompetente se diera cuenta antesdeayer. De los españoles dijo una cosa aún más profunda, universal y atemporal. “Los problemas del hombre son siempre los mismos, y duran mientras el hombre piensa que debe solucionarlos; pues lo cierto es que más bien esos problemas están para solucionarnos a nosotros” (cito de memoria). Citó tres. Primero: “El hombre piensa y quiere que todos los hombres sean iguales, sean como él; pero la realidad es que cada hombre es distinto de otro”. Segundo: “El hombre piensa y quiere creer que es autónomo, que es independiente, que su libertad es individual y que no necesita de los demás; pero lo cierto es que el hombre, desde que nace hasta que muere, necesita de los otros hombres para sobrevivir, para madurar y para crecer en humanidad”. Por último: “En toda sociedad, en toda convivencia, es necesario un mínimo de orden, y el orden exige el ejercicio del poder; pero es fácil que quien ejerza el poder se deje corromper y tienda a abusar de ese poder”. Esos tres problemas “del hombre” se dan hoy en nuestra democracia. Supongo que también en cada familia, en cada empresa, en cada equipo de fútbol… en cada comunidad humana. Y, verdaderamente, son problemas que no podremos solucionar jamás pero, que sin duda, están ahí para solucionarnos a nosotros. Tener que asumir las diferencias entre nosotros nos obliga a escuchar, a aceptar, a descubrir realidades valiosas, a salir de nuestro egoísmo, a vivir cada encuentro personal como lo que es: una aventura llena de sorpresas. Tener que enlazar nuestras libertades para sobrevivir, madurar y crecer en humanidad nos da la oportunidad de vernos como hermanos y querernos cada vez más. Limitarnos en el ejercicio del poder nos hace crecer en humildad, en sencillez, en aceptación y en responsabilidad personal. Cuando los hombres se enfrentan con realismo y generosidad a esos tres problemas, más que solucionarnos, se resuelven a sí mismos edificando en amor y concordia ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach