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PUNTOS DE DEBATE

La esperanza detrás de Ingrid

Fotografía

Por Elías SaidTiempo de lectura3 min
Opinión13-07-2008

Apenas han pasado dos semanas desde que la rehén más codiciada a manos de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia, Ingrid Betancourt, fue liberada y aún estamos tratando de comprender la dimensión y los efectos que este hecho traerá consigo. Un carrusel de entrevistas y espacios de comunicación dedicados a la ex política francocolombiana, donde alterna declaraciones que no terminan de dilucidar su futuro dentro del juego político colombiano, con recuerdos constantes de lo vivido, mensajes para la desmovilización de los guerrilleros en las selvas colombianas, tibias críticas al tono violento de la sociedad de aquel país y apoyo a la intermediación de Chávez, se entrelazan con un conjunto de acontecimientos generados tras su liberación. Como suele suceder con las grandes celebraciones, pasado el clímax, algunos comienzan a hacer recuentos de los efectos que este acontecimiento ha traído para Colombia y para toda la Región. Aumento vertiginoso de la popularidad del presidente Álvaro Uribe, con un apoyo del 91% de los ciudadanos colombianos a su gobierno tras esta liberación, pese a los casos de parapolítica, en pleno debate interior en torno a la posible reforma de la Constitución para un nuevo mandato de éste, además del aumento de desmovilizados guerrilleros de las FARC desde que Ingrid fue liberada; y el retorno de la hermandad entre Colombia y Venezuela, hace que muchos auguren un periodo de cambios, en los que la paz interna y las buenas relaciones con los países vecinos parecieran contribuir a la sensación de que la cautividad de la ex política fuese el karma que una sociedad rota de tanta violencia, como la colombiana, tenía que pagar por un poco de esperanza. No sé hasta qué punto es cierta esta sensación pero, para un pueblo en el que la violencia se escribe con “C” de cotidianidad, resulta claro que si fue fuga o rescate lo llevado a cabo para la liberación de Ingrid Betancourt y el resto de los 14 retenidos por las FARC o si fue pagado un rescate, parece quedar en un segundo plano. Aún sigue siendo pronto para poder valorar con certeza el impacto de este acontecimiento, pero el actual contexto, así como los llamados de Ingrid, desde Francia, para el cambio del tono de violencia en el seno de la sociedad colombiana deberían continuar y repetirse a cada instante para que todos sus ciudadanos lo internalicen y se comience a gestar un escenario donde la palabra se convierta en acción y hecho, dándose paso así a un futuro para las próximas generaciones de colombianos en los que el arma y la justicia por sus manos no sea una opción y que el significado de “ser ciudadano” sea respetado desde el Estado, opositores a estos o cualquier actor que hace vida en este país. El fin de conflictos internos, abrazos de países hermanos, inversiones a favor del desarrollo regional y binacional, entre otras cosas, son aspectos que todos los miembros de cualquier sociedad podemos desear, sin que por ello seamos colombianos o se haga borrón y cuenta nueva de las atrocidades y faltas cometidas por todos, sin importar distinción en el cargo o causa de quienes lo hayan cometido. Lo que creo verdaderamente importante es que todos comprendamos que la paz no es una opción, es un derecho, y la democracia no solo es un término, sino un concepto donde las diferencias se abordan con lógica, respeto y beligerancia pero sin balas e insultos de por medio.

Fotografía de Elías Said