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UN VENEZOLANO EN COLOMBIA

Paz en Colombia

Fotografía

Por Elías SaidTiempo de lectura3 min
Opinión13-01-2008

Después de todo lo presenciado y leído en el marco de este proceso de negociación y entrega de rehenes de parte de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC), desde finales de 2007 y, con solo unos días después de haber recibido con beneplácito la entrega de dos de las rehenes en posesión de las FARC, resulta necesario, no sólo, dar todo el apoyo a los familiares de las rehenes liberadas, sino dar esperanzas a los que quedan pendientes por los suyos, por medio de la construcción de espacios donde cada una de las partes involucradas en el conflicto armado que envuelve Colombia, crean en la posibilidad y aboguen, verdaderamente, por un escenario de diálogo para la futura paz, sin que por esto signifique muestra de debilidad de parte de los actores directos, sin importar el bando en el que se ubiquen. Para tal fin, es necesario dejar de lado las reprochables muestras de ego y afanes de relevancia mediática de todos los involucrados, en especial de parte de los mediadores, quienes tienen la única labor de “facilitadores” de un proceso por demás delicado, sin que ello les otorgue visos moralizantes para hacer llamados ajenos a lo que es el objetivo fundamental de su presencia: abonar el terreno para liberar a los retenidos. Esto lo señalo, teniendo en cuenta las claras muestras de incontinencia verbal que ha sufrido, en especial, el gobierno venezolano al poco tiempo de sumarse un importante reconocimiento, por parte de la comunidad internacional, al recibir a las rehenes liberadas, al asumir investiduras ajenas a las que está habilitado para hacer un llamado a la comunidad internacional a favor de la supresión de las listas de terroristas al Ejercito de Liberación Nacional (ELN) y FARC, dándoles la oportunidad de tratamiento de beligerancia, estatus político y reconocimiento. Si bien es cierto que cada uno de estos grupos armados, así como los paramilitares colombianos, son identificados históricamente con corrientes ideológicas claramente diferenciadas (izquierda y derecha), esto no quita el hecho del empleo ilógico de la violencia de forma indiscriminada, la cual no puede ser legitimada por unos orígenes cada vez más abstractos ante el empleo de los “estados de sitio” en las zonas donde ejercen influencia, así como por la financiación que llevan a cabo a través de los laboratorios y tráfico de droga. Las reacciones de la comunidad internacional, una vez hecho este llamado de Chávez, no se han hecho esperar, al igual que sucediera cuando se logró la liberación de las rehenes, y resulta claro los distanciamientos que presidentes, inclusive los afines al venezolano, sobre el llamado hecho por éste. Los supuestos fines de cualquier grupo insurgente no pueden justificar los medios o estrategias optados por éstos y, por ello, cualquiera de estos tipos de agrupaciones, con el nombre que sea, es ilegal y como tal no pueden suprimir de listas que los identifican como tales. Tanto Chávez como cualquier otro mediador debe tener en cuenta su limitado rol, solo esperemos que tanto el presidente venezolano como el resto de mediadores, presentes y futuros, no generen más ruidos a los ya existentes y que cumplan el rol intrínseco en esta importante labor que ejercen, sin que por ello signifique intrometerse en campos que solo tienen injerencias los nacionales de cada uno de los países y sus representantes, y sobre todo, haciendo llamados sin sentidos, los cuales no han sido ganados por las partes insurgentes, a la comunidad internacional, ya que, más que ayudar, aumentan los escenarios de tensión presentes para lo que todos, en grado mayor o menor, anhelamos: la paz en Colombia.

Fotografía de Elías Said