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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Malo para la Corona y para España

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura4 min
España11-11-2007

Durante los últimos meses, su aparición en los medios de comunicación no había sido la habitual. Muy lejos de lo que la Corona está acostumbrada. Fotografías del revés ardiendo, jóvenes pidiendo la reinstauración de la República… hasta desde algún sector muy concreto se llegó a pedir su abdicación. Y antes de eso, la institución que representa estuvo todo un verano en la picota por una caricatura de los Príncipes de Asturias. La figura del Rey no vivía sus mejores momentos y aun faltaba demasiado para el discurso de Navidad (que, a juzgar por los acontecimientos, a uno le queda la esperanza de que para estas fiestas don Juan Carlos abandone la obsoleta plantilla de las últimas dos décadas). El caso es que había un riesgo de deterioro y era necesario un golpe de efecto. Y como solución, qué mejor que desplazarse hasta Ceuta y Melilla por primera vez desde hace 70 años para darse un espectacular -en el sentido literal de la palabra- baño de masas. Y así fue. Todos para las ciudades autónomas, tan españolas como la primera. Lo del baño de masas resultó como se esperaba, espectacular, pero el viaje salió algo rana. El precio que hubo que pagar fue un conflicto con Marruecos que vuelve a la carga reivindicando como propios unos territorios establecidos mucho antes de la propia fundación del reino aluita. Algo así como si yo me construyo una casa al lado de otra que ya existe y encima exijo como propio el jardín del vecino. Pero, en fin, que los quebraderos de cabeza para el Rey no terminaron con el mar de banderas y el “¡ole, ole, ole, somó españolé!”. Por ello, quizá don Juan Carlos haya terminado acusando este agotamiento e impotencia de los últimos meses en la Cumbre Iberoamericana de Chile. Acostumbrado a ser tratado no sólo como el Rey de España sino como el de todos los iberoamericanos, don Juan Carlos se ha visto sorprendido con más hostilidades de las habituales. ¡También en Iberoamérica!. En un foro en el que se debería haber abordado la tan necesaria cohesión social, delegaciones como la venezolana, la nicaragüense o la argentina se han dedicado a criticar lo malos que son los españoles, sus empresarios, sus embajadores, sus ex presidentes… El tema no es baladí ya que la imagen negrera y colonialista de España ha sido constantemente utilizada de manera intencionada y demagógica por infinidad de líderes populistas a lo largo de la historia y no sería extraño que esa utilización resurgiese ahora con el indiscutible giro a la izquierda emprendido por buena parte de ese continente. Pero a pesar de todo, no es justificable la reacción del Rey ante el presidente venezolano Hugo Chávez. Con el altanero “¡¿por qué no te callas?!” el monarca perdió los estribos que nunca debería perder. Mucho menos ante una figura como Chávez, tan curtido en esas lides. Una cosa es ser campechano, cercano, simpático y otra muy distinta olvidar el protocolo, las responsabilidades y los códigos de la política internacional. Lo peor es que seguramente la reacción humana e inesperada del Rey, pasándose el talante de Zapatero por ahí, haya causado el golpe de efecto que la Corona buscaba. Los españoles somos así, nos va la marcha. Nos gusta más un grito bien dado que a un tonto una tiza y comulgamos más con las discusiones de taberna que con las de moqueta y protocolo. Por eso el Rey habrá conseguido representar el sentimiento de la mayoría con ese “¿¡por qué no te callas!?”, no obstante, esta reacción no es buena ni para España ni para la Corona. Primero porque por mucho que nos guste, el progresivo acercamiento-igualamiento de la Corona a los ciudadanos en gestos, decisiones y actitudes termina por desnudar el sentido de una institución que si quiere mantenerse no puede olvidar su carácter, su origen y su función. Igual que el padre que pretende ser el mejor amigo de su hijo termina por perder su autoridad como educador y como referente. Y segundo es malo para España porque la experiencia demuestra que la diplomacia calmada e inteligente alejada de los escándalos y los espectáculos deporta siempre mayores beneficios. A corto y largo plazo. Ahí está el reciente ejemplo de los españoles en Chad. Esa es la labor que hasta ahora ha desempeñado de manera impecable el Rey y que no debería volver a abandonar.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio