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ROJO SOBRE GRIS

Conde Maragall

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
Opinión22-10-2007

Una hora una vez al mes. Después, a rumiarlo, a charlarlo en los pasillos, en casa, en la cafetería con los amigos. Desde la vida hasta la muerte; el sexo, el cuerpo, la existencia de Dios; el amor, el sufrimiento… y ahí me quedo: en el sufrimiento. Me gustaría ver en esa hora que se titulará ¿Tiene sentido el sufrimiento cuando yo estoy sufriendo? a mis dos protagonistas de la semana. La Hora Newman es lo más universitario que hay en la Universidad Francisco de Vitoria, y eso que tras cualquier esquina uno respira universidad en ella. Se reúnen profesores y alumnos, personal administrativo, amigos de dentro y de fuera, sacerdotes y seglares… Se reúnen una hora una vez al mes. Se reúnen y no caben en el aula, y te los encuentras debatiendo sobre las grandes cuestiones que le preocupan a cada hombre, no como si aquello fuera un debate teológico y sesudo, sino a corazón latiente y queriendo encontrar la verdad de verdad. Se le ponen los pelos de punta a uno cuando lo presencia y se pregunta si en serio esas cosas siguen pasando hoy. La verdad es que esas cuestiones tan grandes uno no descubre cuán profundas y verdaderas son hasta que le toca vivirlas. Es curioso. Las respuestas no valen si no es posible vivirlas, y a nadie le importan si antes no se ha hecho la pregunta. Y la pregunta sólo nace de un corazón sensible a lo que pasa a su alrededor que quiere ayudar a los demás o de un corazón que ha pasado por ello. ¿Por qué va a querer saber alguien si de verdad tiene sentido el sufrimiento cuando ni ha sufrido ni ha visto sufrir a alguien a quien deseó consolar y no supo cómo? ¿Qué importa la muerte cuando uno es joven y no la ve ni de lejos, si jamás se quedó en blanco ante una madre, amigo o hermano hundido en el más oscuro y carcomedor de los sinsentidos ante la muerte de un ser querido? Uno perderá la memoria. El otro, ha perdido a su esposa. El primero ha luchado, bien o mal, por rescatar los recuerdos de una tierra, Cataluña. El otro, había recuperado su libertad después de un largo encarcelamiento que le privó ya de muchas cosas que siempre había disfrutado. ¿Qué les queda? ¿Y qué le queda a uno al final de la vida? ¿Y qué le queda cuando ya no le queda nada? ¿Merece la pena vivir cuando se ha perdido todo, cuando ya no puedes compartir el camino con quien más querías? ¿Por qué tener sueños y luchar por algo si al final de todo le espera la muerte? ¿Alguien ha dado respuestas que valgan? Dice mi director espiritual que nadie encuentra respuestas a esas preguntas si no está dispuesto a ponerse a sí mismo en juego, y si no toca con todo su ser la humanidad de otros que se la están jugando. Rojo sobre gris a Maragall y a Conde: porque han puesto su humanidad en común para que otros puedan tocarla, y para que esta oportunidad que les brinda la vida la aprovechen para hacerse preguntas, jugársela y, quizás, encontrar respuestas. Y les recomiendo que lean la entrevista a Mario Conde en El Mundo del domingo.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo