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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Un debate inevitable

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España16-09-2007

A juzgar por los últimos acontecimientos, puede parecer que esto de darle a la tecla para opinar sobre el Rey, su familia o la Corona empieza adquirir tintes de deporte de riesgo. En realidad no es para tanto, ni una cosa ni la otra. Es decir, que ni los ataques son tan peligrosos y reiterativos, ni don Juan Carlos va por la vida gritando aquello de "vivan las cadenas" al más puro estilo fernandino. No obstante, y por si acaso, uno promete andar con cuidado de no ofender a nadie. No es la intención. Resulta que se ha puesto de moda eso de manifestar en público el rechazo a la institución monárquica que toda la vida -da igual la época histórica- se ha hecho en privado. Ya sea en la calle o a través de algún medio de comunicación. Y es que de la Familia Real nos llega tanto, pero a la vez tan poco, que a sus enemigos solo les queda especular, inventar algún escándalo -amarillismos incluidos- o sobrepasar los límites del mal gusto o de libertad de expresión, según como se mire. Pero aún teniendo claro todo esto, es inevitable reconocer que el debate sobre la monarquía ha cobrado más fuerza en los últimos tiempos. Su nivel de aceptación, pese a que sigue siendo suficiente, es cada vez menor. Los jóvenes ya no aprecian con tanto respeto y gratitud la figura del Rey y lo que significó en su momento. Puede que sean los mismos que manifiestan su indiferencia ante la política en forma de abstenciones. Quizá les pille demasiado lejos, tanto el Rey como las claves para apreciar lo que le costó a España poder acudir a las urnas libremente. Pero también puede que se deba a que no se sienten identificados con un sistema que ellos no han elegido. Al fin y al cabo estos jóvenes son los que heredarán la España del mañana y es normal que quieran amueblarla a su gusto. Precisamente por eso la cosa merece cuando menos ser debatida. Y no porque un grupo de niñatos prendan fuego a unas fotos para calentarse el botellón. Tampoco porque el portavoz de los asesinos rebuzne no sé que sobre "el jefe de los torturadores". Ni siquiera porque una revista satírica se pase de la raya con el único objetivo de arrancar una sonrisa a su acostumbrada audiencia. El debate debe ser planteado sin miedos ni fobias. Desde el convencimiento de que en la Europa moderna de hoy no cabe una institución como la monarquía que, de entrada, supone un ejemplo de desigualdad. Vale que la figura del Rey fue respaldada por la mayoría de los españoles cuando se aprobó la Constitución, pero es justo reconocer que esa clausula fue introducida dentro del conjunto de una reforma necesaria que suponía el último tren hacia la democracia. No estaba la cosa como para no cogerlo, con monarquía y con los que hubiese hecho falta. Pero los tiempos han cambiado y la figura del Rey ya no se hace tan necesaria como antes, seguramente gracias a su propia labor. La misma que en los últimos tiempos se ha visto deslucida por algún desliz. Como cuando se equivocó a comparar la tregua de ETA con el caso irlandés o como cuando tardó más de la cuenta en llegar a mostrar sus condolencias a las familias de los 17 militares fallecidos en Afganistán tras el accidente del Cougar. Por otro lado sus discursos son los mismos que hace treinta años. En su momento eran verdaderas declaraciones de principios pero hoy suenan algo ambiguos, como ajenos a lo que está pasando. De ahí que cada uno los interprete a su gusto. Incluso el propio Rey ha bajado en algunos niveles en su sempiterna campechanía con la que tantas veces ha disimulado algún desatino. ¿Serán cosas de la edad?. Pues eso, que la cosa se va quedando vieja. Por eso, en esta España en la que se piden referendos como el que pide una de bravas en la barra del bar... ¿por qué no un referéndum sobre la monarquía?.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio