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ORIENTE PRÓXIMO

Hamas inicia un lavado de imagen tras la liberación de Alan Johnston

Fotografía

Por Luis Miguel L. FarracesTiempo de lectura3 min
Internacional08-07-2007

Los islamistas de Hamas, dueños y señores de la Franja de Gaza desde hace un mes, pusieron en marcha la pasada semana una radical operación de lavado de imagen. La coartada perfecta fue la mediación de la cúpula del Movimiento de Resistencia Islámica en la liberación del corresponsal de la BBC en la zona, Alan Johnston, que a su vez sirvió de prueba fehaciente de que el poder de Ismail Haniya y sus secuaces no tiene parangón en la Franja.

Hamas quiso ganar la pasada semana algunos puntos ante los habitantes de Gaza contrarios al golpe de Estado de los islamistas de hace aproximadamente un mes y ya de paso demostrar a la Comunidad Internacional que es capaz de mantener la seguridad y el orden en la región. Con este propósito, los hombres de Haniya mantuvieron una ardua negociación con el Ejército del Islam, la milicia captora de Johnston vinculada a la poderosa familia Durmush. El grupo armado constituye una verdadera organización mafiosa en la zona desde tiempo atrás, con la extorsión y el chantaje como señas de identidad y bajo el disfraz de protectores de la religión musulmana para ganar así legitimidad. Pese a que la imagen de los hombres de Hamas rodeando el edificio donde se encontraba Johnston y la posterior detención de diversos miembros del Ejército del Islam fue la que intentaron vender los islamistas como paradigma de la contundente seguridad que serán capaces de implantar en Gaza, lo cierto es que gran parte del motivo de la liberación del corresponsal de la BBC fue fruto de un intercambio de rehenes entre las dos partes. Para el Movimiento de Resistencia Islámica, el golpe de efecto fue doble. Si bien se colgó la medalla de la liberación de Johnston, al que exhibieron en ruedas de prensa como un cazador exhibe una pieza, Hamas logró también hacer ver a los ciudadanos de la Franja que la corrupción y la inseguridad son poco a poco erradicadas desde su llegada al poder. Más de un miembro de la cúpula del partido-milicia ha hecho intentar ver a la población que pararles los pies a los mafiosos de los Durmush siempre ha sido posible y que Al Fatah nunca ha hecho nada para conseguir tal objetivo. Incluso Sami Abu Zuhri, uno de los portavoces del Movimiento ha llegado a afirmar que descubrieron contactos entre gente del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, y los secuestradores para torpedear la negociación por la liberación de Johnston e impedir el éxito de la nueva estrategia de Hamas. En cualquier caso es cierto que, pese a quien pese, el Ejecutivo de Haniya en Gaza ha avanzado en apenas un mes mucho más que lo que Al Fatah ha podido hacer en años por garantizar la seguridad en la Franja y desarmar a las milicias. Claro está, que habiendo echado por las armas a sus principales antagonistas, los seguidores de Abbas, la cosa ha resultado mucho más fácil, y que probablemente los hombres de Fatah hubieran podido alcanzar los mismos logros si hubieran borrado previamente a Hamas del mapa. La ambigüedad no declarada de Hamas El Movimiento se jacta ahora de estar logrando sistemáticamente y gracias a una Policía omnipresente y contundente confiscar las armas a las pequeñas milicias de la Franja. De lo que los hombres de Haniya no hablan es de que curiosamente, pese a presumir de haberle ganado un pulso clave a los matones de los Durmush, Hamas ha aceptado declarar al Ejército del Islam como “milicia legítima” rehusando así a confiscación alguna de armas a los captores de Johnston. Tampoco ha hablado el Movimiento de que los que ahora parecen los malos de la película, vencidos por los superhéroes de Hamas, han realizado más de una vez operaciones conjuntas, entre ellas el secuestro del soldado israelí Guilad Shalit hace más de un año. Pese a todo, Hamas apuesta por quedarse en la Franja y, tras la exhibición de competencia y de lavado de imagen de la pasada semana, espera lograr cierto apoyo ahora no sólo de Reino Unido, sino del que parece ser una nueva pieza clave en el conflicto de Oriente Próximo, el ex primer ministro británico Tony Blair.

Fotografía de Luis Miguel L. Farraces