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ANÁLISIS DE DEPORTES

Cuando los representantes mandan...

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes17-06-2007

Los tres descendidos de la temporada tienen muchos rasgos en común. Todos ellos han recurrido –inútilmente, habida cuenta del saldo de la temporada– a un cambio de entrenador: Hristo Stoitchkov por Fernando Vázquez, Miguel Ángel Lotina por José Mari Bakero, Paco Flores por Luis César Sampedro. Cierto que si no hubiesen sido éstos, podrían haber sido otros: Luis Fernández por Javier Irureta en el Betis, Mané por Félix Sarriugarte en el Athletic de Bilbao, y así se puede ir repasando un buen número de equipos, los que han optado por cambiar antes al técnico que a la plantilla. Pero de los tres, el caso del Celta en concreto resulta cuando menos llamativo. Una racha de derrotas pudo con la paciencia de los directivos vigueses, pero no encuentro qué han salido ganando con el ex seleccionador búlgaro: Stoitchkov es un tipo de carácter, sí, pero ni ha conseguido grandes resultados como entrenador ni parece que se maneje con tanta soltura como el gallego en el conocimiento del club, particularmente de la propia cantera –Vázquez demostró en sus equipos que, con un proyecto a medio plazo, sabe dar responsabilidades a los jugadores jóvenes–, y en todo caso lo que ha anunciado es una profunda renovación de la plantilla. Mérito para su agente, que lo ha sabido vender. Pero un tipo que renuncia a ser seleccionador para entrenar a un club… ¿no resulta cuando menos sorprendente, si no sospechoso? Para volver a Primera, quizá salga bien. Pero el equipo celeste anda demasiado perdido de un tiempo a esta parte, y tan pronto es capaz de codearse con los puestos europeos como de volver a Segunda División. Falta estabilidad. Igual que sucede en la crisis de la Real, aunque ya estuviese cantada. En ésta, todos han salido escaldados y salpicados, quien más quien menos. Lejos de la época gloriosa de principios de los ochenta, y con un sorprendente subcampeonato aún reciente, el club no ha sabido gestionar debidamente sus recursos. La marcha de un presidente tras otro, hasta generar un verdadero vacío de poder, es indicativa de cuán graves están las cosas en el seno txuri-urdin. Con un cuerpo técnico que había ido perdiendo tino con el paso del tiempo –no hay más que ver el número y el rendimiento de los fichajes recientes, tanto jugadores como entrenadores– y la emigración de los mejores jugadores, sin un reemplazo adecuado, quienes han naufragado esta temporada han visto reducida su cotización: empezando por el técnico, un Lotina valiente al que le pudieron más las ganas de trabajar que el medir si se estaba metiendo en la boca del lobo. El panorama en el club vasco, cuando se ve más cercano un nuevo descenso –por vía administrativa– que otra cosa, apunta nubarrones en el corto y quizá el medio plazo. Del mismo modo, la aventura del Gimnàstic fue breve, y quién sabe cuándo se volverá a repetir. Sin embargo, la marcha de Luis César ha acabado por tener pinta más bien de delirio de grandeza que otra cosa. Esto es, el proyecto de un club que pretenda estar en alza y consolidarse en Primera no puede venirse abajo tan pronto. El Villarreal, por ejemplo, tuvo que ascender dos veces antes de llegar adonde hoy está. La paciencia, saber mantenerse en el proyecto que se considera adecuado, es una virtud que escasea y el descenso es un castigo. Porque al principio de temporada, en lugar de aprovechar los descartes de otros equipos para reforzar las posiciones que se consideran estrictamente necesarias y cubrir las bajas, conjuntos como el Nàstic se convierten poco menos que en víctimas de los representantes de jugadores, que aspiran a colocar a sus protegidos en el club que más pague… y más comisiones reporte. Y luego, la propia experiencia del futbolista –como fue el caso del congoleño Ariza Makukula– resulta nefasta.

Fotografía de Roberto J. Madrigal