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SIN CONCESIONES

Los ¬garzonazos¬

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión29-04-2007

En España hay más de 4.000 jueces. Sin embargo, uno sobresale por encima de todos. Ese es Baltasar Garzón. Un juez como otros muchos que, sin embargo, eclipsa a todos con su popularidad. Garzón es juez pero no juzga. Su misión es la de instruir, investigar y abrir diligencias para que luego otros decidan. Garzón puede encarcelar temporalmente a terroristas y capturar a traficantes de droga. Sin embargo, no puede condenarlos porque no forma parte de ningún tribunal. La historia de este juez de cabello plateado y voz aguda le sitúa como el más famoso entre sus miles de colegas. Curiosa y extrañamente, Garzón es mucho más conocido que el presidente del Tribunal Supremo o la presidenta del Tribunal Constitucional. La notoriedad de Garzón llega incluso fuera de las fronteras españolas. Su acoso judicial a Augusto Pinochet y la persecución de militares videlistas le han convertido en un héroe para muchas personas en Chile y Argentina. Garzón se ha ganado a pulso el apodo de Juez Estrella con el que le definen muchos admiradores y no pocos detractores. Los primeros elogian su incansable perseverancia, su absoluta entrega al trabajo y su contribución al reconocimiento social de la Justicia. Los segundos critican su ansia de protagonismo, su inconsistencia procesal y su adición a la doctrina política de turno. Algo de esto, precisamente, ha dejado ver con su visto bueno al partido Acción Nacionalista Vasca (ANV) que la autodenominada izquierda abertzale presenta a los comicios municipales del 27 de mayo. Garzón no ve síntomas de relación entre ANV y ETA pese a que él mismo ha ordenado detener a uno de sus miembros por integración en organización terrorista. Tampoco parece haber leído con atención el informe elaborado por Policía Nacional y Guardia Civil, pues en él enumeran minuciosamente multitud de nexos que al juez más famoso de España le parecen insuficientes. Casualmente, Garzón defiende la misma tesis que el Gobierno de Zapatero, quien parece poco o nada preocupado sobre las candidaturas de ANV a la vista de que actúa como si no existieran mientras De la Vega, Blanco y Rubalcaba tratan de convencernos a los periodistas de que es imposible ilegalizar este partido por vinculación con ETA. Con sus decisiones judiciales, Garzón parece querer contribuir a que el proceso de diálogo de Zapatero siga adelante. Detiene a los terroristas que están a punto de matar pero deja vía libre a los compinches políticos de éstos para que convoquen manifestaciones, celebren reuniones y presenten candidaturas. Quién lo diría hace poco más de un año, cuando Garzón se marchó de excedencia a Estados Unidos porque –según las malas lenguas- no estaba de acuerdo con la negociación que quería iniciar Zapatero. El juez que antaño encarceló a los dirigentes de de Herri Batasuna y puso en marcha por lo penal la ilegalización de Batasuna facilita ahora el retorno a las instituciones de los asesinos. Nada que ver con el Garzón de hace cuatro años, cuando competía con Aznar por acabar antes con ETA. El Gobierno podría evitarlo pero ni Rubalcaba ni De la Vega ni mucho menos Zapatero están por la labor de ilegalizar ANV. La equidistancia, prudencia e imparcialidad en tiempos pasados de Garzón parecen sustituidas por un apoyo a los intereses políticos del partido con el que en 1993 se presentó a las elecciones generales. No son casualidades. Es la peculiar e incoherente manera de trabajar que tiene Garzón. Aplica la ley a base de garzonazos.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito