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EL REDCUADRO

Culpabilidad con reversible

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura3 min
Opinión25-02-2007

Cuando yo estaba en el colegio de los jesuitas en Portaceli me deslumbraban los reversibles ingleses, carísimos, comprados de contrabando en Gibraltar, que tenían mis condiscípulos más riquitos. Yo quería un reversible, pero en casa no teníamos posición para comprarlo. El reversible era un impermeable de recia tela como encolada, al modo del posterior Barbour de los pijos, que no había chaparrón que traspasara. Y tenía por el otro lado una cara de tejido de lana, cheviot en vistosos colores y elegantes dibujos, ora de espiguilla, ora Príncipe de Gales. Mis compañeros con reversible llegaban al colegio las mañanas de lluvia embutidos en su agabardinado impermeable y si al cabo de la jornada escolar abría el día, salían, oh prodigio, vistiendo un gabán de cheviot de lana inglesa buena, buena, gordota, pelín rascona, como las chaquetas de Harris Tweed. ¿Qué había pasado para que llegaran con gabardina y salieran con abrigo? ¿Tenía Cornejo una sucursal de su guardarropía en los percheros del colegio? No. Era que mis compañeros tenían un reversible, prenda prodigiosa a la que le daban la vuelta y la elegante gabardina quedaba en un instante convertida en confortable gabán. Cinturón, botones, capucha si la hubiere, todo se transformaba maravillosamente. Mi sino es admirar a los del reversible. Sigo admirándolos muchísimo. Ahora no en el colegio, sino en la contemplación de España. En la política se usa mucho el reversible. El reversible verbal y argumental, que le da la vuelta a una frase y deslumbra a todos, como si nunca nadie hubiera planteado el aserto contrario. En el colegio el reversible lo tenían sólo los compañeros riquitos, y ahora en España el reversible verbal y argumental sólo lo tienen los sociatas, forretas de poder y de dinero. Reversibles prodigiosos, que ríanse ustedes de aquellos textiles e ingleses del matute gibraltareño. Gracias al reversible verbal del argumentario de la jornada, cualquier socialista, cada mañana, cada día, cada hora, le da la vuelta a una realidad, a un argumento, a una frase, a un hecho, a una tragedia, a una mangoleta, y es como si nunca hubiera existido lo contrario ni ellos fueran nunca culpables de nada. Gracias al reversible, el culpable es siempre el PP. Mis condiscípulos le daban la vuelta al reversible cuando salía el sol, y parecía como si nunca hubieran existido ni la gabardina ni la lluvia. Los sociatas le dan la vuelta a la realidad en cuanto sale el sol de su responsabilidad, y parece como si nunca tuvieran nada que ver con nada. Son unos artistas. Disciplinadísimos. La disciplina que nos imponía en el colegio el padre prefecto era una merienda de negros (perdón, de subsaharianos) al lado del riguroso cumplimiento de las consignas de estos tíos caras, que ante la más remota posibilidad de petición de responsabilidades sacan el reversible. Me maravilla cómo todos, absolutamente todos, de ZP al último concejal, cumplen a rajatabla la consigna de usar el reversible en cada instante y de culpar al PP hasta del cambio climático. Vieron lo del Ave, ¿no? El pellejazo de la viga sobre la vía, ¿no? Pues le faltó tiempo a Magdalena Álvarez para sacar el reversible, darle la vuelta a la realidad y por descontado a cualquier atisbo de responsabilidad, para afirmar que la culpa era de la Comunidad de Madrid. O sea, del PP. Esta misma Magdalena vino a mi pueblo el otro día. Aquí, como en tantas ciudades españolas, sufrimos la enfermedad matinal del embotellamiento. Le preguntaron a la ministra responsable del Fomento del Caos por los tapones que se forman desde el Aljarafe, ¿y saben qué hizo? Lo de siempre: sacó el reversible y con el mayor cinismo le dio la vuelta a la realidad y dijo que de los embotellamientos tiene la culpa Aznar, por no haber hecho más carreteras. Y se quedó tan pancha. Y esa copla es la que se le queda a la gente, deslumbrada por el reversible como a mí me maravillaban en el colegio aquellas prendas gibraltareñas. De todo lo cual infiero que, reversible en mano, dentro de breves horas podremos saber por fin la verdad sobre la muerte de Idoia Rodríguez Buján en Afganistán. De la muerte de nuestra soldado tuvo la culpa el PP, que compró esos blindados.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor