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ROJO SOBRE GRIS

3 de febrero

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
Opinión25-02-2007

He visto una película apasionante que podría parecer una comedia romántica cualquiera con un toque de humor, pero que es toda una evocación del valor de la vida como un quehacer cuyo sentido se encuentra fuera de uno mismo y no es otra cosa que el amor. Se titula “Atrapado en el tiempo” y cuenta cómo Phil, un hombre del tiempo, vive sus existencia sumergido en la monotonía, en la rutina y centrado en sí mismo hasta que un buen día se despierta y vuelve a ser el mismo día de ayer. Y al día siguiente, de nuevo, el mismo día de ayer. Y al día siguiente, de nuevo, el mismo día de ayer: 2 de febrero. 2 de febrero. 2 de febrero. Todo se repite salvo que él mantiene la memoria de todo lo que sucede cada maldito 2 de febrero. Phil pasa del horror y la sorpresa a descubrir las oportunidades que le brinda poder vivir según sus apetencias sin que éstas tengan consecuencias al día siguiente, en un eterno e ilusorio carpe diem. Después descubre que puede dominar la realidad para conquistar a la mujer que le gusta, en realidad, su ideal de vida, pero aunque el sexo es susceptible de conseguirse en una vida bajo el ideal de dominio, no así el amor verdadero. Entonces llega el sinsentido: sin amor, nada merece la pena. La salida es el suicidio, que intenta de todas las maneras posibles para huir de la realidad, después de culpar al mundo entero de su desgracia. Pero a las 6 de la mañana vuelve de nuevo a despertarse en la cama como si nada hubiera sucedido, y vuelve a ser, otra vez, 2 de febrero. La vida es un quehacer, pero no cualquier tarea conduce a la vida hacia su plenitud. Phil comienza a mirar la realidad con otros ojos más profundos, a olvidarse de sí mismo, a pensar en los demás, a salvar la vida de unos y otros un día y otro y otro siempre a la misma hora y en el mismo lugar. Cada día, una y otra vez. Ese eterno e idéntico 2 de febrero, Phil se levanta con algo que hacer: aprender a tocar el piano, a esculpir en el hielo, salvar al niño que ese día iba a caerse de un árbol, al hombre que se iba a atragantar, a las señoras que pinchan en la carretera; conversar con el solitario de la esquina, con su compañero de clase de la infancia que se cruza después de 20 años, con la camarera que le sirve el café. Traspasado por el amor, por la generosidad y por la rebeldía frente a las necesidades de los que viven a su alrededor, Phil convierte su vida en algo apasionante y atractivo, en algo nuevo a cada instante, descubriendo que la vida no es más interesante porque nos sorprenda con novedades o extravagancias, sino porque uno la hace interesante cuando cada momento presente es vivido con integridad como si mañana no fuera a existir, pero sabiendo que mañana depende de hoy. Aún así, el maleficio no se rompe hasta que un día esa mujer de su vida se enamora desde su libertad de ese hombre nuevo que es Phil, quien acaba confesando a su amada la admiración y amor que siente por ella, su pequeñez e indigencia, su proceso de conversión y cómo todo cobra un nuevo sentido verdadero e indiscutible porque ella le ama. Al día siguiente, por fin, es mañana. Yo quiero dedicar este Rojo sobre Gris a todos los que viven así, haciendo nuevo cada día y cada momento desde el amor, que es para lo que verdaderamente está hecho el hombre y cuya consecuencia irremediable es la felicidad. Y a todos los sacerdotes que esta Cuaresma nos regalan la oportunidad de una confesión que nos convierte en hombres definitivamente nuevos por el amor.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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