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SERBIA

El Parlamento serbio rechaza la propuesta de la ONU para Kosovo

Por Luis Miguel L. FarracesTiempo de lectura3 min
Internacional16-02-2007

El Gobierno serbio anunció la semana pasada que se opondrá al plan de Naciones Unidas para Kosovo, obra del mediadior Marrti Ahtisaari, que supone entregar a la provincia casi todas las competencias de un estado independiente pero sin reconocerle ese status de manera oficial. La propuesta de la ONU parece que no ha contentado a ninguna de las dos partes, dado que cientos de albanokosovares ya se manifestaron hace apenas quince días en contra del Plan Ahtisaari y exigiendo la independencia total de la región.

El rechazo al proyecto de Naciones Unidas parece haber sido en estos últimos días uno de los pocos aglutinantes de una sociedad tan profundamente dividida como la kosovar, pese a que la clase política de la minoría albanesa sí que ha visto el plan con buenos ojos. Los diputados serbios, con 225 votos a favor de 250 posibles, mostraron su malestar con las intenciones de la ONU porque dicen que “se viola la soberanía y la integridad territorial de Serbia como Estado oficial reconocido internacionalmente”. Y es que Belgrado ve el peligro de que “se estén poniendo los cimientos” para la secesión de Kosovo, algo que evidentemente satisface a los políticos moderados albanokosovares. El presidente serbio, Boris Tadic, advertía asimismo a la Comunidad Internacional que su país nunca aceptaría la independencia de Kosovo y que defendería la integridad de Serbia, su dignidad y su “futuro europeo”, consciente de que un desplante del plan de la ONU y el dilatamiento del conflicto son claros obstáculos para el ingreso del país balcánico en la Unión Europea. Además, quiso advertir de que de dejarse fuera la voluntad del Parlamento serbio se pondría en peligro la estabilidad regional. Frente al plan de naciones unidas, Tadic ofreció a los albanokosovares una autonomía dentro del Estado. Una región socialmente dividida Kosovo es una provincia socialmente muy dividida. Étnicamente, la etnia albanesa (minoría en el conjunto de Serbia pero que supone prácticamente el 90 por ciento de la población de Kosovo) es la mayoritaria en la región, y viene solicitando desde la desintegración de la antigua Yugoslavia la condición de Estado independiente para la provincia. Del otro lado está el aproximadamente cinco por ciento de serbios, que se oponen a esa secesión y que, evidentemente, son partidarios de reforzar los lazos con Belgrado. Desde 1.999 la región está administrada directamente por un organismo dependiente de la ONU, que ha dado a la provincia características casi de país independiente (Parlamento propio, moneda, sistema postal, división del territorio en condados, etc.) El mandato de Naciones Unidas sobre Kosovo fue fruto de la guerra homónima abierta en 1.999 entre el Gobierno de Belgrado y las milicias independentistas albanesas. No obstante, el probema venía de mucho más atrás. Cuando la Guerra de los Balcanes era ya inminente y los nacionalismos periféricos en Yugoslavia cobraban más fuerza que nunca, los serbios trataron de modificar la estructuras del Estado a la fuerza (pese a que se convocó un referéndum, Belgrado coaccionó a los parlamentos provinciales) para hacerlo más centralizado como medida preventiva a la desintegración del país. Sin embargo, ese fue el principio del fin. Con esa medida los nacionalistas se radicalizaron y, tras la desintegración de Yugoslavia los secesionistas kosovares se organizaron en milicias y comenzó un estado de guerra no declarada entre la Policía y el Ejército serbios y la leva albanokosovar con matanzas de civiles de uno y otro bando, pese a que tradicionalmente la peor fama se la ha llevado el lado serbio por valerse de organismos oficiales. La OTAN; que tenía en la retina las masacres de la Guerra de los Balcanes y la limpieza étnica del presidente yugoslavo Slobodan Milosevic en Bosnia, decidió intervenir militarmente sin el amparo de la ONU. Tras desmantelar la autoridad serbia sobre la provincia, la ONU se encargó de administrarla a espaldas de Serbia, pese a que siempre ha reconocido el territorio como región del país balcánico.

Fotografía de Luis Miguel L. Farraces