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SIN ESPINAS

La relatividad del mal

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión18-02-2007

La actitud filosófica cristiana frente a lo que la verdad es se denomina realismo. El realismo sostiene que la verdad se halla en la realidad, por lo que esta y todos sus objetos trascienden al sujeto que los percibe. De esta manera, el sujeto descubre la verdad en la realidad, no la construye por un razonamiento personal. Las cosas son, pues, como son y en la medida que el juicio del sujeto se adecue a la realidad, este estará o no en verdad. Esta actitud ante la realidad nos lleva a buscar la verdad de manera correcta sin restar un ápice a la importancia de nuestra subjetividad, de la cual no podemos desprendernos. Este razonamiento nos lleva a entender que la verdad no sólo es objetiva sino también absoluta. Y aunque nuestro entendimiento sea parcial y limitado, nuestra capacidad de conocer nos permite ir descubriendo esa verdad inmersa en la realidad gracias al uso armonioso y correcto de nuestra razón y nuestros sentidos. Otras actitudes filosóficas como el subjetivismo consideran que la verdad es una construcción del sujeto y que por lo tanto, sólo existe aquello que el individuo pensante pueda concebir, es decir, limitan la existencia del objeto de la realidad al sujeto y a las condiciones y circunstancias internas que puedan afectar su manera de concebir la realidad. Por otro lado, el relativismo limita la validez universal de la verdad a factores externos como por ejemplo, el paso del tiempo o las circunstancias históricas, etc. De esta manera, confunden la verdad con el conocimiento de la verdad, que son dos cosas muy diferentes. La verdad no cambia, es inmutable. Aunque durante mucho tiempo se dijo y se creyó que la Tierra era plana, siempre fue y ha sido verdad que la tierra era redonda y ligeramente achatada por los polos. Lo único que ha cambiado y ha evolucionado es el conocimiento de esa realidad: la verdad de que la tierra siempre ha tenido esa forma. Y si cambia de forma, será verdad que tuvo una forma hasta que dejó de tenerla para pasar a tener otra. En medio de todas estas reflexiones, Santo Tomás de Aquino nos plantea que el mal no existe sino que es un ente subjetivo fruto de nuestro razonamiento. “El mal no ens reale sino sólo ens rationis, es decir que no existe como hecho objetivo, sino como concepción subjetiva. Las cosas no son malas en sí mismas, sino por causa de su relación con otras cosas o personas. Todas las realidades (entia) son en sí mismas, buenas. Si producen resultados malos, es solo incidentalmente y en consecuencia la última causa de mal es fundamentalmente buena, de igual manera que los objetos en los que el mal se encuentra (I,Q. xlix; cf.I, Q. v, 3,; De Malo, I, 3)". De esto se entiende que el mal sólo existe como privación o ausencia del bien. De esta manera podemos concluir, sin temor a caer en un sofisma, que puesto que el mal depende del bien y no al contrario, lo único verdaderamente relativo que hay en el mundo es el mal.

Fotografía de Javier de la Rosa