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ANÁLISIS DE DEPORTES

La unificación de las dos Coreas

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes18-02-2007

Las dos Coreas, que técnicamente aún siguen en guerra desde 1953, no han conseguido ponerse de acuerdo para competir juntas en los Juegos Olímpicos de 2008, en Pekín. Hubiera sido un bonito gesto –no está tan claro que sirviera para aliviar las tensiones políticas, aunque Corea del Norte se haya avenido a frenar sus ansias nucleares–, pero lo que queda claro es que no es lo mismo desfilar bajo la misma bandera que ponerse de acuerdo en los atletas que van a competir. Lo que más me sorprende, con todo, es que todo el asunto se haya paralizado por una cuestión de detalles. No ponerse de acuerdo en si el criterio para seleccionar a los atletas debe ser por sus resultados deportivos –como propone Corea del Sur– o por mera igualdad numérica –como hacía su vecino norteño– es lo de menos. Ambas son posturas razonables, aunque para bien del movimiento olímpico, tal vez debiera primar algo más lo deportivo que lo representativo. A fin de cuentas, no deja de ser una discusión sobre si el perro es galgo o es podenco, y ambos –con un poco de imaginación– son criterios compatibles. Tal vez no con la paridad, porque no se puede pedir lo mismo de dos países diferentes en muchos aspectos –el potencial económico, que influye en el deportivo, está claramente desequilibrado–, pero con una proporción estable –por ejemplo, un reparto al 60 y 40 por ciento– como punto de partida, se podrían mantener criterios deportivos –para entendernos, marcas mínimas–. No parece tan descabellado, una vez que las posturas se habían aproximado bastante; por ello sorprende que no se haya planteado la opción de mediar para tratar de llegar a un acuerdo. Al menos, ya es un paso que no se tire por la borda todo lo que se ha avanzado hasta ahora. El mayor problema, con todo, es que aunque falte más de un año para los Juegos, el calendario apremia, puesto que para seleccionar a los atletas es necesario llevar un control de sus resultados y establecer un plan de trabajo. Lo que no debería ser es que determinados atletas olímpicos, tan sólo por una cuestión de estar representados, le quiten la dignidad al esfuerzo olímpico. Porque los tiempos en que los atletas eran un grupo de pastores quedaron en la antigüedad: los deportistas al estilo de Eric Mussambani –aquel nadador que consiguió, a duras penas, completar su prueba en los Juegos de Atenas–, más que anécdota, suponen una falta de respeto a la propia dignidad del atleta.

Fotografía de Roberto J. Madrigal