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SIN ESPINAS

En busca de sentido

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura3 min
Opinión11-02-2007

La semana pasada leía en www.forumlibertas.com un artículo que en su título se preguntaba: ¿Quién frenará la epidemia de suicidios y depresiones? A esta pregunta sumaba un dato. “En España, el suicidio causa ya más muertes que el tráfico; pero campañas contra la depresión y el suicidio no las hay”. Según anunciaba el INE hace unas semanas. En el 2006 se suicidaron 3.381 personas en España (probablemente más; los familiares muchas veces piden que no se registren como tal) y murieron en accidente de tráfico 3.332. Desde que empezó el siglo XXI ya se han suicidado 20.000 españoles. Los datos son desoladores. El gran psiquiatra Enrique Rojas, que conoce y describe perfectamente lo que es la depresión, asegura como otros muchos profesionales que esta enfermedad se da en las sociedades modernas. De hecho, los datos también reflejan que el número de depresiones es el doble que en la generación de nuestros padres y el triple que en la de nuestros abuelos. Imagino que si todos los días tuviéramos que caminar 20 kilómetros para conseguir el agua que mantuviera viva a toda nuestra familia -como ocurre todavía en algunos países de África- no habría espacio ni tiempo para cogerse una depresión. El instinto de supervivencia, nuestro lado más animal se impondría. Sin embargo, aunque dicen que los perros se ponen tristes cuando mueren sus amos, nadie en su sano juicio podrá atribuirles esta enfermedad. La depresión es algo más que un sentimiento de tristeza. Es una crisis integral de la persona que se sume en un oscuro túnel o en unas espesas arenas movedizas donde toda su voluntad queda atrapada. Su conciencia del pasado es una herida, su presente es angustia y ansiedad y su futuro se muestra terriblemente nublado. No creo que la memoria del perro sea tan cruel y que sus esperanzas en un futuro mejor reflejen tanta exactitud prospectiva. Por eso, la depresión anula a la persona hasta que su dimensión racional aplasta incluso su dimensión animal. ¿Cuántos perros se suicidan al año? Dicen, además, que la mayoría de la gente que muere cuando se ha perdido en un bosque es porque en vez de ponerse manos a la obra para encontrar el camino de vuelta, proveerse de comida o construir una guarida para pasar la noche; empieza a darle vueltas a la cabeza y a desesperarse preguntándose cómo es posible que ella haya llegado a esa situación. No obstante, más allá del misterio que supone esta enfermedad para la propia ciencia; por aquello de que se produce por factores externos (exógenos), por factores internos (endógeno), físicos e incluso llega a ser hereditario, lo que queda patente es que se trata de una crisis integral de sentido que afecta a toda la persona. A la persona deprimida se le oscurece totalmente el sentido de su vida. El famoso psiquiatra Víctor Frankl, padre de la logoterapia -escuela que promovía la recuperación de los pacientes ayudándoles a recuperar el sentido de su vida- parafraseaba una afirmación de Nieztche que decía: “quién tiene un porqué por el que vivir, puede soportar todos los cómos”. Esto lo aseguraba alguien que fue prisionero en un campo de concentración nazi, estuvo apunto de morir en innumerables ocasiones y vio como en esas circunstancias muchos de sus compañeros se lanzaban contra las vallas electrificadas parar quitarse la vida. Sin hacer ningún juicio esto muestra que el hombre que deja de preguntarse por el sentido de su vida, muere.

Fotografía de Javier de la Rosa