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ANÁLISIS DE DEPORTES

De fútbol, violencia y cobardes

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes11-02-2007

El Barcelona, en muchos casos, es un ejemplo de lo que un club debe ser. Ahora bien, cuando un futbolista como Oleguer Presas se despacha, en una rueda de prensa posterior al entrenamiento, que no se fía de la independencia del poder judicial por no atender al chantaje de un asesino como Juan Ignacio de Juana Chaos, y lo compara con otros personajes nefastos, como el general Rodríguez Galindo, que pese a todo han tenido que pasar por la Justicia –por más que el Estado de derecho sea, ciertamente, muy imperfecto–, no se pueden tener medias tintas. Por encima de concordar o no con lo que se dice, no era el lugar ni el momento de decir algo así. Y que Joan Laporta lo ampare en la libertad de opinión y no se moje en la postura institucional del Barça es muy indicativo de que, en el fondo, comparte una mira política mezclada con el deporte. Como cuando justifica la rabieta de no querer jugar que le dio a Samuel Eto'o diciendo que son cosas de genios y que quiere jugar... Eso no es tolerancia, es pasividad. Porque personajes como Oleguer, que apoya las selecciones catalanas –a pesar de la legalidad internacional, que reconoce, salvo muy determinadas excepciones, a los Estados y no a las regiones, como sucede con Cataluña–, puede incitar con sus declaraciones los comportamientos violentos, sea o no en un campo de fútbol. Y cuando la Comisión Antiviolencia tiene que enviar una carta a Fabio Capello por agradecer el apoyo de los ultras, poco después de insultar a los aficionados del club después de un partido, cuando lo más que ha hecho el Real Madrid es multar al entrenador –después de todo, cosquillas para un tipo que gana un sueldo millonario–, de nuevo salvar las formas y no atacar el fondo de la cuestión, romper definitivamente con los violentos que van al fútbol a buscar la greña, es sencillamente inaceptable. ¿Por qué los clubes tienen miedo a pronunciarse claramente contra la violencia? ¿No son acaso instituciones formadas por personas y que atesoran unos valores? Ni siquiera sucede cuando, como en Italia, tiene que morir un policía para revelar la gravedad del problema. Al menos, la Federación Italiana ha tenido el coraje de tomar medidas, aunque sea disputar partidos a puerta cerrada. Este tipo de incidentes merecen medidas más valientes, como hace la UEFA, capaz de expulsar al Feyenoord holandés por las burradas de sus aficionados. El asunto es más complicado en los campeonatos nacionales, pero qué duda cabe de que impedir a un club disputar todos los partidos de una temporada sería un castigo más que ejemplar. Aunque tenga que haber un equipo que descanse cada jornada. Nada que ver algo así con la fiesta que es la Copa del Rey, a pesar de algunos piques más subidos de tono que otros entre las aficiones, pero que se olvidan una vez terminado el partido. Nada que ver con que Fernando Alonso se columpie con unas declaraciones llamativas y diga que del coche sólo le gusta el color, que aún tiene que mejorar mucho. Quien ve críticas hacia McLaren y prepotencia del bicampeón del mundo no entiende cómo funciona la Fórmula 1. En el circo, las declaraciones encubren casi siempre segundas intenciones que un periodista debería descubrir y explicar. Alonso tan sólo está picando a su equipo, sin un trasfondo que pueda echar en contra de su equipo a los aficionados que piensen que sea un tipo prepotente. El menos inteligente de los que hablan es el que no tiene en cuenta la repercusión de sus palabras, y aunque pueda caer más o menos simpático, Alonso no es de esa calaña. Marquemos las distancias.

Fotografía de Roberto J. Madrigal