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SER UNIVERSITARIO

La verdad de los Magos de Oriente

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión07-01-2007

Recuerdo un 6 de enero, tempranero, en que escuché desde mi cama ruidos y voces en el salón, el lugar de mi casa donde los Reyes Magos siempre dejan sus regalos. Estuve tentado de levantarme -tal vez lo hice-, dispuesto a refutar la tesis de algún colega de clase que afirmaba estúpidamente que “los Reyes son los padres”. Estuve tentado, y tal vez caminé hacia la puerta entreabierta de mi habitación, pero no miré. Regresé a la cama y, desde entonces, cada vez estoy más convencido de que hice lo correcto. Los misterios son algo muy delicado. No puedes abordar su comprensión con frialdad sin matarlos para tu corazón, del mismo modo que el forense del CSI Nueva York, helado bisturí en mano y ojos de acero, sólo puede ver el interior de lo que ya no son hombres que ríen y lloran, que tiemblan de miedo y palpitan de amor, sino cuerpos inertes, cadáveres. Han sido los años, las lecturas y un puñado de meditaciones bien serias sobre el asunto los que me han ayudado a saber mejor quiénes son los Reyes. Por ejemplo: ahora sé que antes que Reyes, son sabios, no sólo por sus conocimientos, sino por su humildad, por la nobleza de sus acciones y, sobre todo, por su capacidad para descubrir, adorar y servir a la fuente de la Verdad, el Bien y la Belleza. Sé también que sus huellas, presentes por todo el orbe 2000 años después, nos invitan a todos los hombres, de todas las razas y naciones, a recorrer su camino y a imitar su vida y misión. Y sé también que me quedan muchas sobre ellos que aprender. En cierto sentido, verdadero aunque superficial, los Reyes son los padres; y los regalos, juguetes. Una mirada más allá de la vista y una escucha más allá del oído, sin desmentir lo primero, revelan mucho más. Porque lo superficial oculta el misterio, pero el misterio no anula lo superficial, sino que señala su sentido. El misterio revela lo esencial; y “lo esencial”, nos recuerda el principito, “es invisible a los ojos” y “no se ve bien sino con el corazón”. Así que aunque los Reyes son los padres y los regalos juguetes, los Reyes no son los padres ni sus regalos son juguetes; o mejor: los buenos padres, como los míos, nos regalan secretamente el misterio de los Sabios de Oriente.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach