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SER UNIVERSITARIO

La psicosis del ‘gordo’

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión24-12-2006

Quizá unos de los síntomas de que la Navidad ya no es Navidad es la obsesión por el gordo, la omnipresencia del calvo -aunque ya no haga el anuncio- y las aperturas de los telediarios con esa felicidad tan falsa y accidental como que llueva dinero del cielo. Aunque lotería y Navidad sean, ambos, regalos inmerecidos; lo cierto es que no hay un acontecimiento más cargado de sentido que la Navidad; y si hay un hecho que no lo tiene, es que nos toque la lotería. La lotería, por definición, es un juego de azar. No toca porque uno sea bueno o malo, guapo o feo, rico o pobre, listo o tonto. Tampoco porque uno lo necesite o no lo necesite. Sencillamente, toca y se reparte entre algunos de los muchos que compraron. A quien le toca le hace un apaño, le hace más fácil y durante un tiempo algún aspecto de su vida, pero nada más. Es normal que uno se alegre cuando le cae del cielo un pellizco inesperado de dinero. Pero llamar a eso felicidad y decir que “el dinero da la felicidad” viene a ser lo mismo. Ambas cosas son tremendamente tristes. La Navidad es todo menos casualidad. Es un acontecimiento cuajado de sentido, hasta el punto de marcar el ritmo de nuestro calendario. La Navidad no toca porque uno sea bueno o malo, guapo o feo, rico o pobre, listo o tonto. Pero sí toca porque la necesitamos. Toca porque un Dios que es Amor quiso salvar al hombre. Descendió de su divinidad al pesebre más humilde, se hizo hombre, murió inocente y maltratado como el peor de los criminales, resucitó para quedarse entre nosotros y vendrá al final de la Historia para traernos la Civilización de la Justicia y el Amor que juntos tratamos de construir día a día. Es verdad que Navidad y lotería son ambas inmerecidos regalos. Tal vez por eso algún genio puso un gordo en estas fechas, como otro puso la del niño. Pero si la lotería sólo tiene razón de azar, la Navidad tiene razón de Amor; del amor más grande que puede contarnos la historia. Un amor incondicional y perfecto que ni merecemos ni podemos merecer. Pensémoslo sólo desde la perspectiva humana; un amor que vence nuestras miserias; un sabernos amados y salvados a pesar nuestro y con una sola condición: aceptar ese amor. Eso sí que se parece a lo que antes llamábamos felicidad. Queridos lectores, os deseo que experimentéis ese Amor: os deseo Feliz Navidad.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach