ANÁLISIS DE DEPORTES
El esquí español sigue siendo para ¬quijotes¬
Por Roberto J. Madrigal3 min
Deportes12-11-2006
En 1972, España era un país poco menos que tercermundista en cuanto al esquí. El triunfo de Francisco Fernández Ochoa en el eslalon de los Juegos Olímpicos de Sapporo fue, en su momento, una de esas hazañas reservadas a deportistas que, por tesón y ambición, conseguían destacar en la época de la dictadura. Sin embargo, aquel fogonazo de éxito fue, en la práctica, el único cum laude en toda la carrera del bueno de Paquito, cuyos resultados en la Copa del Mundo, la competición que determina la regularidad de un esquiador, nunca pasaron de discretos. Por las circunstancias del país y por la condición elitista del esquí, no se podia esperar un despegue de aficionados. Pero una hermana de Francisco, Blanca Fernández Ochoa, brindó en los Juegos de Invierno de Albertville (Francia), en 1992, una segunda oportunidad que se vio engullida por la proyección y los éxitos de los Juegos Olímpicos de Barcelona. No tan casualmente, la medalla -siquiera esta vez de bronce- vino a ser en la disciplina más técnica, el eslalon. Pero las condiciones únicas para estos éxitos que tenía la familia de los Fernández Ochoa -un buen número de hermanos, que dieron en un entorno óptimo para facilitar el ambiente de trabajo y el apoyo que necesitaban los dos medallistas, en un ambiente recogido como la sierra madrileña, en Cercedilla-, a pesar del boom deportivo que vivió España, a pesar de los planes de ayuda al deporte olímpico (ADO), han resultado casi irrepetibles. La nacionalización del alemán Johann Muehlegg fue la única solución que encontró la Federación Española de Deportes de Invierno (FEDDI), pero provocó agrias críticas por parte de un tipo de carácter fuerte como Paquito, pese a que más adelante se retractó. Pero las carencias del esquí español seguían ahí, y salieron a relucir tras la sanción por dopaje de Muehlegg. A partir de ahí, la historia -por desgracia- se ha vuelto a repetir: en España hay un páramo de esquiadores de primer nivel, y por detrás de María José Rienda no se aventura mayor competencia capaz de pelear con aspiraciones de éxito en la Copa del Mundo, Mundiales o Juegos Olímpicos. Precisamente, aunque con algunos matices más optimistas, como las instalaciones de Sierra Nevada, con un Centro de Alto Rendimiento, la historia de Rienda muestra todavía grandes paralelismos con el de aquellos quijotes que apenas contaban con sus propios medios -llámese muchas horas de trabajo poco menos que en el anonimato- para luchar contra los elementos del anonimato y el fracaso. Si es que en España pensamos que es posible cultivar a más esquiadores, todavía queda mucho por hacer para aprovechar las infraestructuras de las estaciones de esquí. Si por el contrario, el problema es que falta una base de esquiadores, la famosa cantera, tal vez sea el momento de que se le dé la oportunidad a Rienda de llegar a la gente, no sólo después de que consigue un éxito o cuando se espera otro de ella en una gran competición, como pasó con los Juegos Olímpicos de Turín.