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SIN ESPINAS

Un mono con dos pistolas

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión05-11-2006

El mundo se mueve a una velocidad vertiginosa. Consumimos demasiada información. Es imposible asimilarla conscientemente, por lo que la mayoría de ella pasa a nuestro subconsciente directamente. Muchos impulsos a la vez, demasiados estímulos que se convierten en impactos perceptivos. Tras el invento del motor de explosión, algunos hombres se preguntaron si el ser humano se desintegraría a velocidades hasta entonces inalcanzadas. Pensaban con ingenuidad que el hombre no soportaría viajar a 80 o 90 km/h. La pregunta que surge ahora ante la avalancha de la oferta informativa, multiforme pero muy homogénea en cuanto al contenido, es si el hombre se convertirá en un esquizofrénico desorientado que terminará chocándose contra las paredes como un coche teledirigido. La Cultura sigue haciéndose añicos. Como sistema vital de ideas que orientan al hombre en un momento determinado de la historia ha dejado de ser brújula. Y sin brújula, el hombre ya puede recibir todos los datos que quiera, que no le servirán para nada. No sabrá interpretarlos y por muy exactos que sean no le llevarán a ningún sitio. Ahora, los más de los mortales conocemos fragmentos de cultura. Y en una cultura fragmentada sólo puede desarrollarse un hombre fragmentado, deconstruido como un puzzle que luego no se sabe integrar de nuevo. Esta cultura nos ofrece ficheros y más ficheros, con datos y más datos que no nos explican nada sobre el hombre, sobre Dios y sobre el mundo que nos rodea. Cada generación venidera se encuentra con un mundo más hecho, pero menos inteligible. Porque un mundo complejo necesita más que cualquier otro que se expliquen sus causas primeras y últimas. El niño y el hombre de hoy reciben los productos terminados pero desconoce los ingredientes, las piezas y los procesos que los hacen funcionar. Y sobre todo, desconoce el para qué están o cómo usarlos correctamente. Sin criterio de selección, sin capacidad de discernimiento y aptitud para separar y jerarquizar, el hombre involuciona hasta convertirse en un mono con dos pistolas.

Fotografía de Javier de la Rosa