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SER UNIVERSITARIO

Ciencia y ética

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión29-10-2006

Del mismo modo que el hombre tiende a valorar y juzgar antes incluso de conocer, tiende también a oponer en lugar de integrar. Es como si le gustara el enfrentamiento, la división y la discordia antes que el diálogo, el encuentro y la unidad. Es curioso, pues todos, en el fondo, anhelamos lo segundo al tiempo que nos empeñamos en provocar lo primero. Algo así sucede con el debate entre ciencia y ética. Los apocalípticos de la ética gritan a los cuatro vientos las maldades de la ciencia cuando, si no fuera por ella, ni gritarían , ni su mensaje llegaría a ninguna parte ni, quizá, siquiera habrían llegado a la edad suficiente para poder hablar. Los cientistas, por su parte, prometen lo que no pueden cumplir al hablar de los beneficios científicos e insisten en que la ética sólo corta las alas al progreso de la humanidad. Ni una cosa, ni la otra. Tanto la ciencia aplicada como la ética son, de entrada, saberes prácticos. Saberes sobre las posibilidades y límites de la acción humana. La ciencia responde a nuestras preocupaciones en torno a la supervivencia, nos ayuda a vivir mejor. La ética responde a nuestras preocupaciones sobre cómo alcanzar una vida plena y feliz, nos ayuda al bien vivir. Nuestra tarea es lograr que el vivir bien y el bien vivir no estén enfrentados. Cuenta Ortega y Gasset que el hombre necesita de la técnica para sobrevivir; pero que antes ha de responderse a una pregunta más importante: sobrevivir, ¿por qué? Ésta es ya una pregunta ética cuya respuesta no cabe en ningún microscopio. Toda la ciencia del mundo es impotente frente a esta sola pregunta. Pero es en ella donde el hombre se juega, no ya su felicidad, sino su mera supervivencia, pues quien no tiene razones para vivir, está avocado al suicidio. La posibilidad del hombre en el mundo pasa por la ciencia. Sin ella, el hombre no puede sobrevivir. Pero la plenitud del hombre pasa por encontrarle sentido a su existencia. Sin ese sentido, sobrevivir es una condena. La plenitud de la ciencia está, pues, no en evitar los límites de la ética, sino en asumirlos creativamente. Pues sólo una ciencia que respete el camino de la plenitud humana merece el nombre de ciencia. Sólo un progreso que respete y eleve la dignidad del hombre merece el nombre de progreso. En el diálogo entre la ciencia y la ética nos lo jugamos todo. Por eso, en todo debate entre ciencia y ética, debemos conocer antes de valorar; y debemos integrar el vivir bien en el bien vivir. Sólo así cabe, no ya el encuentro entre éticos y científicos, sino la unidad cordial de todos los hombres.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach