ROJO SOBRE GRIS
Todos los muertos
Por Amalia Casado3 min
Opinión29-10-2006
Bien visto, es alegre. Ni rechaza ni ignora la nostalgia o el dolor, el sufrimiento o las penurias; no esquiva las dificultades ni busca vivir de espaldas a la realidad. No es un ingenuo que niega que haya cosas feas, y que duelen, y que son malas y nos hacen sufrir; pero tiene motivos definitivos para, a pesar de todo, ser alegre. ¿Qué es el hombre? Un ser para la muerte, contestó uno. El 1 de noviembre comemos buñuelos de viento o huesitos de santo; quizás llevemos flores a algún familiar o quizás no. Todos tenemos, eso sí, vacaciones: un breve tiempo de descanso porque el 1 de noviembre se celebra la fiesta de Todos los Santos. ¿Y por qué no de todos los muertos? La muerte es una realidad misteriosa e inquietante, y quizá la más terrible. Hablar de ella no se considera de buen gusto y suele ir acompañada del apellido “no te pongas trascendental” o “no nos amarguemos la tarde”. Benedicto XVI se dirigía esta semana a todos los estudiantes y profesores de las universidades pontificias, y les invitaba a vivir su etapa de estudio desde el silencio y la meditación; también Juan Pablo II, en Cuatro Vientos durante su última visita a España, alertaba sobre el gran problema de la falta de interioridad. Respecto de la muerte vivimos tiempos de falta de interioridad. Esta falta de reflexión sobre nuestro destino inevitable es perfectamente comprensible, pues enfrentarse a lo desconocido nos da miedo. Huir de la muerte, sin embargo, tiene consecuencias en la vida: las consecuencias de no plantearse en serio la pregunta sobre el sentido, sobre el sentido de mi vida, el por qué y el para qué; el de dónde vengo y el a dónde voy. La consecuencia de esconder la cabeza debajo de la tierra, de preferir vivir en la superficialidad de la existencia en lugar de afrontar la verdad es que podemos estar desperdiciando nuestra vida y haciéndosela desperdiciar a otros. El 1 de noviembre, 40 días después del equinoccio de otoño, recordamos a los que ya no ocupan un espacio en la casa, aunque todo el universo sería insuficiente para albergar la enormidad de su ausencia. También recordamos a los que ahora están más acompañados que antes de cruzar el umbral de la muerte. Recordamos a los santos anónimos, entre los que sin duda habrá rostros conocidos de familiares y de amigos. Celebramos que ser santo y vivir unido a Dios no es sólo privilegio de unos elegidos, sino el destino y la llamada para todos y cada uno. El 1 de noviembre es todos los santos y no todos los muertos porque la muerte ha sido vencida; porque ésa es la noticia, la gran exclusiva de la historia, el acontecimiento para cuyo titular hasta el más pequeño de los periódicos tendría espacio: la muerte no es el final del camino, no vivimos para morir, la muerte es la llave para la vida eterna porque Cristo la ha vencido y ha resucitado. Por amor. Esa gran noticia, tan sencilla, era la que los apóstoles comunicaban allá donde iban sin descanso. ¿Quién no desearía compartirla? Estamos a tiempo y, nunca mejor dicho, nos va la vida en ello. Así que no tengamos miedo, saquemos la cabeza de debajo de la tierra y, hagámonos las preguntas sin miedo a la respuestas. Rojo sobre gris a todos los que quieren sacar la cabeza de debajo de la tierra.
Seguir a @AmaliaCasado
Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo