ANÁLISIS DE SOCIEDAD
El tiempo de los niños
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad08-10-2006
Vivimos en un tiempo en el que la informacción supera la ficción. Ahora los terrícolas se marchan de vacaciones al espacio, llaman moda al cadáver andante que desfila por una pasarela y consideran éxito ganar mucho dinero. A este tiempo en el que vivimos le falta, sin embargo, una cosa: tiempo, valga la redundancia. Nos hace falta tiempo para pensar, para reposar los acontecimientos, para aprender de los fallos, para planear cómo levantarnos de la última caída. Nos falta tiempo para una inmensidad de asuntos que por falta de tiempo, valga la redundancia, o de valor, no atajamos. Por ejemplo, no es que los niños sufran ahora más acoso en la escuela que antes. Los críos siempre han sido tremendamente crueles con el gordito, el gafotas o el empollón. Ahora lo son con el inmigrante o con aquel que no lleva ropa de marca. Pero ese no es el único problema. En el tiempo en que vivimos, nadie tiene tiempo, valga la redundancia de nuevo, para corregir o enseñar el verdadero significado de la palabra respeto al niño acosador, ni tampoco hay tiempo suficiente para consolar al débil y ofrecerle ese consejo que le servirá para forjar su personalidad sin complejos. Dicho de otro modo, por falta de tiempo los niños indefensos lo están más y los acosadores aprenden más deprisa a usar la violencia de formas impensablemente despiadadas. Pero no tenemos tiempo para atajar este problema, pues preferimos perderlo en otras cosas o nos vemos obligados a despilfarrar minutos valiosísimos debido a las dificultades que tenemos para conciliar trabajo y familia. Y el tiempo de la familia no significa, precisamente, el que dura el programa de la lavadora o la serie de la televisión. Bastantes problemas hay en el hogar más importantes que elegir entre el agua fría y el caliente o ver cómo un chaval le quita la novia a su hermano a través de la caja tonta. Dedicar tiempo a la familia es invertir en el futuro. Pero no esperemos mucho para que llegue el tiempo de los niños, pues para entonces, habrán dejado de serlo.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo