Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

SIN CONCESIONES

La música de la paz

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión11-06-2006

El Gobierno está preocupado porque más de la mitad de los ciudadanos desconfían del alto el fuego de ETA. Millones de españoles recuerdan todavía, como si fuera ayer, la tregua de 1998. Desconfían porque el entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, se esforzó en explicar que aquel cese de atentados era en realidad una "tregua trampa" de los terroristas para rearmarse. Si los españoles desconfían ahora no es sólo por la nula palabra de quienes asesinan, sino sobre todo por la intensa labor de pedagogía hace ocho años de Mayor Oreja. Suyo es también el mérito de haber dado voz a las víctimas de ETA y haber impulsado la formación en el País Vasco de plataformas cívicas como Foro Ermua y ¡Basta ya!. La Asociación Víctimas del Terrorismo está recogiendo ahora los frutos que en gran parte sembró el mejor ministro del Interior que ha tenido España. He aquí un justo reconocimiento y homenaje a alguien que sabía cómo combatir, reducir, asfixiar y derrotar a ETA a través de la ley y exclusivamente con la aplicación de la ley. El verdadero origen de las preocupaciones de Zapatero sobre el alto el fuego reside precisamente en la fortaleza de movimientos ciudadanos como la AVT. Las víctimas ejercen una oposición al Gobierno mucho más firme y contundente que el Partido Popular de Mariano Rajoy. Víctimas como Tomás y Valiente, Ortega Lara y Miguel Ángel Blanco cambiaron la actitud derrotista y conformista de los españoles. Las víctimas constituyen un emblema de resistencia, de sufrimiento, de dignidad, de fe, de superación, de confianza en la Justicia... en definitiva, de democracia. Las víctimas son un referente social para millones de españoles. Si ellas no creen en los pasos que está dando el Gobierno, nosotros tampoco. Por muy bien que suene la música de la paz que canta Zapatero, resulta de lo más estridente mientras no cuente con la melodía que deben aportar las víctimas del terrorismo. Sin las víctimas, la canción del final de ETA nunca estará terminada por mucho que al presidente del Gobierno se le llene la boca de hermosas palabras como "esperanza" y "oportunidad". El problema del País Vasco no es de paz, ya que no hay guerra, sino de libertad. No existen dos bandos enfrentados, sino un pequeño grupo de inhumanos que asesinan. El problema de miles de víctimas, incluso en ausencia de violencia, es que no pueden salir a la calle por miedo a que les insulten, les coaccionen, les acongojen, les discriminen, les boicoteen o les agredan. Está claro que no es un problema de paz, sino de libertad. Las víctimas desconfían del alto el fuego de ETA y de la negociación que quiere abrir Zapatero. No es extraño. Fue él quien permitió que el PCTV se presentase a las elecciones vascas, fue él quien aprobó una resolución en el Congreso para dialogar con los terroristas, es él quien considera a Arnaldo Otegi un hombre de paz y es él quien parece dispuesto a legalizar Batasuna. Sin embargo, ni ha atendido ninguna solicitud de las víctimas ni ha apoyado sus manifestaciones contra ETA ni ha escuchado siquiera los consejos de víctimas socialistas como Gotzone Mora, Maite Pagazaurtundua y Rosa Díez. Zapatero podrá lograr para el País Vasco eso a lo que llama paz pero el terrorismo no habrá finalizado sin que desaparezca la extorsión y la amenaza. Es decir, sin que las víctimas puedan salir a la calle con plena libertad. Si ETA abandona las armas pero prosigue la mafia terrorista, el éxito político de Zapatero puede convertirse en un estrepitoso fracaso social.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito