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ANÁLISIS DE LA SEMANA

Una plaga

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad09-06-2006

Es contagioso. Ha acompañado al hombre desde el principio, sea cual fuere. Quizás tuvo lugar cuando el dedo de Dios rozó el mundo y llenó la Tierra de historia. Tal vez ocurrió en una explosión y todo se llenó de vida. Es lo de menos, pues el hombre lo quiso todo para él y entonces fue más difícil retenerlo puro. Se escapaba como el jabón entre las manos mojadas. Dicen los expertos que con el calor es más propicio su contagio, pues los cuerpos se abandonan en una especie de egoísmo altruista. Todavía no tiene remedio. No es que sea la moda más reciente, pues siempre ha estado al último grito y la gran mayoría de las veces se ha simbolizado con un hombre y una mujer. Siempre se ha ido adaptando a las gentes, a los mundos y a los años. Sin embargo, las mutaciones no le sientan demasiado bien, pues a veces, demasiadas, ha llegado a ser tremendamente nocivo por olvidar su causa primera y el altruismo aquél se ha convertido en el más puro de los egoísmos. Hay quien lo describe como un revoloteo de mariposas en las entrañas. A veces agobian esos insectos cuando luchan por pegarse al cristal del farol del jardín en una noche de verano. Algunos, pobres, mueren estrellados en la luna de un coche. Aunque lo suyo ha sido irracional la mayoría de las veces, conviene ponerle un poco de cabeza a esta plaga. Persigue al hombre como una sombra de claroscuros que, si se sabe entender, es capaz de iluminar el lugar más lugrube de la tierra. Entonces, de nuevo, parece como si Dios tocase el dedo del hombre o una explosión salpicase vida a raudales. Cuanto más amor se da, más se recibe. Es una plaga. El amor se pega.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

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