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SIN CONCESIONES

La hipocresía de ERC

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión14-05-2006

Los analistas políticos aseguran que Esquerra Republicana de Catalunya padece una esquizofrenia política. Dicen los doctores de la política española que el comportamiento del partido de Josep Lluis Carod-Rovira es digno de una doble personalidad o, cuanto menos, propio de un trastorno bipolar. El diagnóstico resulta sencillo después de haber impulsado un nuevo estatuto, haberlo consensuado con PSC y CiU, haber votado a su favor, haber contribuido a su aprobación en el Senado con la abstención, haber anunciado el voto nulo en el referéndum de junio y haber cambiado de opinión para finalmente decidir votar en contra. Todo esto en un plazo de nueve meses. Vamos, que primero contribuyeron con su semilla a la gestación de la criatura y al final van a terminar solicitando el aborto una vez que ya ha nacido. Pueden llamarlo esquizofrenia pero el verdadero nombre de la actitud de ERC es hipocresía, es victimismo y es desfachatez. Sería simplemente incoherente de no ser por la intencionalidad en el cambio de postura. El afán de protagonismo de Esquerra le lleva siempre a comportarse como si fuese la novia en la boda y el muerto en el funeral. Intentó ser el centro de atención cuando Maragall pactó el nuevo estatuto con Carod-Rovira y trata de serlo también ahora cuando el texto es aprobado en el Senado y debe ser ratificado en referéndum por los ciudadanos. Es hipocresía porque ERC pide el “no” al estatuto en la consulta popular del 18 de junio y al mismo tiempo se abstiene en la Cámara Alta para que salga aprobado. Si realmente no le gustase el nuevo estatuto, Esquerra podría oponerse y sumar sus votos al Partido Popular para impedir que concluya con éxito su tramitación parlamentaria. Es victimismo cuando echa las culpas al resto de los partidos políticos de las carencias del estatuto y actúa como un marido traicionado cuando ha sido ERC y únicamente ERC quien ha dejado en evidencia al gobierno de la Generalitat en varias ocasiones a lo largo de tres años de legislatura. Pero lo más preocupante de todo no es la desfachatez de Esquerra sino la falta de reacción de los ciudadanos. Cuando la tolerancia llega al infinito se convierte automáticamente en pasividad. He ahí lo triste de todo este asunto. A los catalanes parece no importarles que sus políticos hayan pasado casi tres años discutiendo el articulado de un texto ininteligible en lugar de atender los problemas reales que padece Cataluña. Parece no afectarles que sus políticos declaren con eufemismos la autosoberanía y planteen abiertamente la independencia del resto de España. Parece que a los millares de andaluces que residen en Cataluña no les preocupa que la Generalitat deje de ser solidaria con Andalucía y el resto de las comunidades. ¿O quizá sí les importa? Eso y mucho más es lo que está en juego en el referéndum del 18 de junio. Puede que ahora pase desapercibida, pero quizá ese día haya una marea humana que alce la voz para dar la espalda de manera contundente a sus políticos, aunque no tanto al estatuto. Después del verano habrá elecciones autonómicas y entonces será el momento de hacer balance de estos tres años de insensateces. Ahí, los catalanes no sólo darán la espalda a la clase política sino que con toda probabilidad abofetearán a la Generalitat en la cara de Maragall.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito