ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Mirar al cielo
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad07-05-2006
En este mayo de brindis taurinos, no sólo los valientes miran al cielo. En este mayo de sangre y arena, las venas del campo explotan en forma de amapolas y los ríos son mareas verdes. Cuando el sol moldea la siembra, las margaritas parecen espuma blanca de ola. En las ramas de los árboles, cuando cae el sol, el runrún lo ponen los pájaros. Los picudos esperan una señal del cielo para despedirse del día. Y duermen, pues los pájaros no rezan, y no saben más del cielo que lo que simplemente ordena su luz y sus nubes para la supervivencia. Si los pájaros pudieran rezar quizás se dedicarían a la vida contemplativa. No precisamente a las de las puestas de sol, ni a los amaneceres, sino a esa oración eterna para que este Arca de Noé en el que vivimos no vaya a la deriva. Es más, si los pájaros pudieran rezar, pedirían autopistas en el cielo, para que no tuviera consecuencias graves eso de salirse de la carretera. Pero si los pájaros pudieran rezar quizás caerían en el egoísmo de los hombres y pedirían sólo para sí mismos. Entonces, el mundo a vista de pájaro seguiría siendo igual: la perspectiva del ombligo. Éso si, en vez de un ombligo sin grasa y sin vello sería un ombligo con plumas de esas que rellenan las almohadas de los sueños más tiernos. Afortunadamente, en su ternura inocente, millones de niños siguen soñando que las nubes son pájaros y que los campos son mareas verdes con espuma de margaritas. Pero, por desgracia, los niños también comparan el rojo de la amapola con la sangre y el sufrimiento, pues muchas veces hasta el atardecer está teñido con los colores del dolor.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo