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ROJO SOBRE GRIS

No lo mandemos todo al carajo

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura4 min
Opinión16-04-2006

Lo que verdaderamente podría apetecerme hoy es hablar de las contestaciones que Zapatero le ha dado a Pedro J. Ramírez en una larga entrevista para El Mundo, y los peligros que nos acechan si analizamos la corriente de pensamiento que discurre bajo sus planteamientos. Pero como sucede con cierto tipo de políticos que ha dado la historia, hasta el más apasionado por la vida pública y la cosa pública siente la tentación de mandarlo todo al carajo y vivir sin leer periódicos ni escuchar la radio ni saber nada de lo que sus gobernantes están haciendo con su país. Y ya se sabe el nombre con el que se conoce a esos regímenes en los que los gobernantes discursean sobre dar participación y derechos a los ciudadanos para luego hacer todo lo contrario aprovechándose del sistema, consiguiendo que, al final, la política sea sólo cosa de los políticos y para los políticos a costa del pueblo, de su ignorancia y de su manipulación. Uno acaba sintiendo que no tiene nada, pero nada que hacer, al menos en ese orden. Ese sentimiento, que comparto ahora, puede conducirle a uno a una actitud derrotista y a un tipo de vida apartada de la cosa pública y del destino de su sociedad, lo que es una verdadera falacia y un imposible, pues sin quererlo, sin saberlo y, quizás, sin desearlo, estará siendo devorado por lo que otros deciden por él. Por el contrario, ese sentimiento puede movernos a redescubrir nuevas formas de contestación y de participación en campos de batalla que sería bueno no perder y desarrollar más con cierta creatividad. El primero que se me ocurre es la propia vida, quizás el más importante. Vivir el día a día con más autenticidad y coherencia a nuestros principios y valores. Tener conciencia de resistencia. En nuestra intimidad no podrán adentrarse el relativismo ni el materialismo ni el escepticismo si nosotros no queremos y si nos oponemos con más y más fuerza. Es una responsabilidad que implica un esfuerzo, ciertamente: el esfuerzo de no olvidar nuestra historia, y de enseñarla, si es necesario, en nuestras casas o en otros núcleos de convivencia como pueden ser asociaciones, parroquias, iglesias de toda confesión u ONGs. El esfuerzo de exigirnos más a la hora de participar en actividades y eventos que nos hagan percibir la realidad de que no estamos solos, de que somos muchos, miles, ¡millones! los que no estamos dispuestos a perder el valor de las palabras ni de la verdadera cultura ni de lo que es verdaderamente el hombre. El esfuerzo por redescubrirnos a nosotros mismos y vivir esa dimensión trascendente del hombre que es imprescindible para la felicidad de cada uno de nosotros y que es, además, verdaderamente productiva en el ámbito social y comunitario también. El esfuerzo por penetrar en las consecuencias de esa sociedad laicista, que desprecia el hecho religioso, que mutila al ser humano y lo convierte en carne de las nuevas dictaduras, y que este presidente está resuelto a implantar en España, como confiesa en un artículo de hace unos días en no recuerdo qué revista. Segundo espacio a reconquistar: la calle. Salgamos a la calle. Salgamos más. Salgamos muchos, pocos, pero salgamos a mostrar nuestra disconformidad. Salgamos todos los días. Salgamos todas las semanas, porque en nuestro nombre, en el nombre de los ciudadanos, este presidente aprueba una ley de educación que millones consideramos retrógrada y una amenaza a las libertades; en nuestro nombre dice “la Cuatro”; en nuestro nombre dice “OPA”; en nuestro nombre dice “cierre de la Comisión de investigación del 11-M”, en nuestro nombre dice “matrimonio” a la “unión civil de homosexuales”; en nuestro nombre dice “Estatut”… y en nuestro nombre NO. Porque hemos salido a la calle y hemos pedido un diálogo que no se ha producido; en nuestro nombre NO porque hemos salido a la calle y hemos pedido un respeto que no se ha producido; en nuestro nombre NO porque ni siquiera hemos sido escuchados y tampoco nos conformamos con el derecho al pataleo: salgamos a la calle hasta que nuestras peticiones sean atendidas democráticamente y respondidas con hechos. En la entrevista que comentaba al principio, el presidente de este país se vanagloria de que sólo la izquierda, según él, hace avanzar a la democracia, y de que nada tiene que aprender y nada ha aprendido de la derecha. Pues señores: ni derecha ni izquierda. Benedicto XVI apuntó hace unos días en Roma dónde reside la verdadera fuerza de la democracia: la fuerza de la democracia reside en los valores que defiende. Rojo sobre gris a la claridad de Benedicto XVI y a los que no lo mandaremos todo al carajo porque seguimos creyendo que los auténticos valores humanos deben mover el mundo. Por la familia, la vida, el amor y la dignidad auténticos.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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