ANÁLISIS DE DEPORTES
El deporte olímpico no cuida a los ‘anónimos’
Por Roberto J. Madrigal2 min
Deportes26-02-2006
Después de Turín parece como si Rienda, de un plumazo, hubiera dejado de ser la mejor esquiadora española de todos los tiempos y que otros atletas no hubiesen competido. Lo que está claro es que a la granadina no se le ha olvidado esquiar y –a buen seguro– lo seguirá demostrando en la Copa del Mundo. Ciertamente, los Juegos hubiesen sido la guinda a su gran progresión en las dos últimas temporadas, después de que, bajo la tutela del técnico suizo Mauro Pini, haya pulido su forma de esquiar. Sin embargo, con 30 años, tiene la posibilidad de llegar aún en mejores condiciones a los Juegos de Vancouver, en 2010, si las lesiones no alteran su actividad. El momento de planificar los próximos Juegos empieza ahora: para conseguir que España deje de ser un país comparsa es necesario erradicar la improvisación y la dependencia de las becas de un plan de ayuda al deporte olímpico (ADO) que merece, cuando menos, una revisión. Que España es un país falto de cultura en los deportes de invierno no ofrece ninguna duda. Debería suscitar vergüenza, habida cuenta de los problemas y la falta de apoyo para disponer instalaciones adecuadas para la práctica de muchos deportes olímpicos. Ésa habría sido la mayor lección que hubiesen tomado, de su visita a Turín, los responsables del deporte español. Una expedición –que incluyó entre otros a los Príncipes de Asturias, al presidente del Comité Olímpico Español y al secretario de Estado para el Deporte– que, siendo tan numerosa, dejó en evidencia que hay distintas clases de atletas. ¿Dónde estuvieron para apoyar a Jordi Font en la final de snowboard? Desde el principio de los Juegos se sometió a una responsabilidad excesiva, disfrazada de ilusión, a Rienda. Y la granadina, en un deporte en el que influyen numerosos factores externos –el material, las condiciones de la pista, el tiempo y el orden de salida–, acusó la responsabilidad que se había impuesto. Vaya en descargo de Rienda que no ha sido la única, pues el afán por querer hacerlo todo bien le ha pasado factura a otros esquiadores de palmarés más extenso como el estadounidense Bode Miller –quizá la mayor decepción en Turín– y el italiano Giorgio Rocca. Quizá ésa sea, precisamente, una de las críticas que merezca una Olimpiada de invierno convertida en escaparate para muchos deportes y deportistas. Sin embargo, trasladar la proyección que otorgan los Juegos a las federaciones internacionales, con las que colabora, no es uno de los objetivos del Comité Olímpico Internacional, al contrario que las redadas contra el dopaje –en las que el factor sorpresa raya los límites de la vulneración de los derechos del deportista– y en mantener saneadas las arcas de una institución antidemocrática en muchos aspectos de su funcionamiento, que no asume muchos de los valores que representa.